La leyenda de los amores de Ana Viciosa y el pirata «Cabeza de Perro» y sus codiciados tesoros

Fuente: Enigmas y tesoros en Canarias
José de León Hernández

ENIGMAS Y TESOROS EN CANARIAS 1

 

Por último, queremos hacer mención a la leyenda que vincula a nuestra legendaria mu­jer, Ana Viciosa, con el pirata «Cabeza de Perro», cuya existencia, su origen y el período en que vivió siguen envueltos en la incredulidad y en vivas polémicas, lo que no hace sino aumentar aún más el enigma de aquella supuesta relación. Algunos escritores e in­vestigadores de la isla de Lanzarote, como Leandro Perdomo, Agustín de la Hoz o Alfre­do Matallana, han escrito sobre aquel mítico personaje y sobre su posible romance con nuestra protagonista. También hacen mención al supuesto tesoro que dejó escondido en algún lugar de Lanzarote, cuya existencia ha sobrevivido siglo a siglo en la memoria oral de sus habitantes.

En relación al tesoro, Leandro Perdomo relativiza en ocasiones su verdadera existencia, diciendo que lo que apareció fue el remo con Incrustaciones metálicas que dicen enterró Cabeza de Perro en el lugar mismo del escondrijo del tesoro, encallado en una ensenada de La Graciosa según unos, y en la parte rocosa del final de la playa de Famara, según otros20.

No obstante, en otras citas se refiere no a uno sino a varios posibles tesoros, sostenien­do que el pirata «Cabeza de Perro» era natural de Lanzarote, posiblemente de Tinajo, que conoció a Ana Viciosa con quien enamoraba «tres veces al año». Nos dice Leandro Perdomo que en cierta ocasión volvió con tres baúles repletos de tesoros y los enterró en una misteriosa cueva.

Otro de los autores de Lanzarote que trata el presente tema es Agustín de la Hoz, quien aporta algunos datos sobre dicha relación y sobre los planes de defensa que Ana Vicio­sa (de la que habla como pastora), pone en marcha en los alrededores de Tinajo frente a los ataques piráticos. Añade Agustín de la Hoz que, entre 1610 y 1625, atacaban las costas de barlovento algunos moros como represalia a las cabalgadas de Herrera so­bre Berbería. Por ese motivo, Ana Viciosa decidió preparar la defensa de su comarca, colocando vigías o atalayeros en la montaña Tenesa o Tenésera, para estar prevenida frente a los invasores. Hay que advertir que dicha montaña, donde hemos localizado inscripciones alfabéticas líbico-bereber (amazigh) y otras con caracteres latinos, siem­pre fue utilizada como atalaya. Nos dice nuestro autor: Había descubierto Ana Viciosa una cueva a mitad del acantilado de Los Cuchillos, cuya boca se abría a unos doce metros desde el mar. Sobre el carácter de fortaleza, como hemos dicho anteriormente, nos describe más adelante: con sus troneras cara al Atlántico, su cuerpo de guardia y sus habitaciones Interiores, donde dicen las viejas crónicas que compartió horas de angustia con bellos capitanes.

Sobre la función defensiva de la cueva, ya se pronunciaba el citado antropólogo francés Rene Verneau, cuando la visita a final del siglo XIX:

¿Qué gente pudo haber sido la que vivió en un retiro tan bien fortificado? ¿Fueron contra­bandistas, como me dijeron más tarde? ¿Fueron Insulares que en el siglo XVI buscaron allí refugios contra los moros? Es difícil decirlo. Lo que síes cierto es que los que habita­ron necesitaban defenderse. Los trozos de proyectiles que he encontrado y las troneras no dejan ninguna duda sobre este punto21.

Agustín de la Hoz también menciona la cueva y algunos objetos de gran valor que fueron encontrados en ella, como cucharillas de oro y plata con escudos grabados, así como vasijas y otros objetos pertenecientes a nuestra protagonista, quizás relacionados con el supuesto tesoro. En relación a la cueva nos dice que posee una bóveda de más de tres metros, con varias dependencias, una de las cuales pudo ser el dormitorio de doña Ana Viciosa, cuando tenía que refugiarse junto a sus joyas.

En relación a nuestro enigmático personaje, señala también nuestro autor que el «Ca­beza de Perro» se vio perseguido por el sanguinario pirata inglés Francis Drake, a finales del siglo XVI, suicidándose con la argolla en la que solía amarrar su nave los días de bonanza, frente a la Laja del Sol22.

También Agustín de la Hoz hace referencia a la citada argolla, apoyándose en una re­creación de aquel lejano romance: Un día Cabezaperro, llevado de las delicias senti­mentales, manifestó a la chica que deseaba esconder su personal tesoro, ya que se había publicado y pregonado por doquier el precio de su cabeza. El sitio elegido fue la Bonanza del Buey, entre la impetuosa Mar del Cochino y Peña Dorada, no sabiéndose nada en absoluto porque la enamorada se llevó el secreto a la tumba, cuya muerte le sobrevino al llegar la noticia de que Cabezaperro había sido ejecutado en Santa Cruz. Desde entonces se busca el paradero del tesoro, y en la búsqueda se ha encontrado en la Mar del Cochino una argolla de tonelada y media, de bronce, que permanece hundi­da en las aguas, no siendo visible sino en las bajamares muy contadas. Al parecer, es la tradicional creencia, que tal argolla fue colocada por Cabezaperro para amarrar su embarcación, con áncora afuera y cable en tierra, mientras eludía la presencia de algún navio oficial.

Efectivamente, nosotros hemos recogido en la tradición oral referencias a la citada ar­golla, que estaría sumergida delante de la cueva, a poca profundidad. Las zonas donde poseemos referencias a otros objetos sumergidos, entre ellos algunos cañones, son: las proximidades de la Cueva de Ana Viciosa, en un punto localizado unos cientos de metros al NW de las casas de Tenésera y en las proximidades de la Baja del Cochino, hacia el NE23. No obstante y hasta tanto no se lleven a cabo prospecciones sistemáticas por especialistas en arqueología subacuática, algunos submarinistas que conocen muy bien esta zona, como Roberto Tejera, vecino de Tinajo, nos ha comentado que no ha observado restos en esos fondos marinos. Por otra parte, hay que tener en cuenta que, de haber existido algún supuesto tesoro enterrado en el área costera que protagoniza­ron nuestros personajes, Ana Viciosa y «Cabeza de Perro», aquél podría estar sepultado bajo los kilómetros de lava de las erupciones volcánicas del siglo XVIII que alcanzaron el mar en la mayor parte de dicha área.

Nos queda, por último, hacer mención a la tradición que se ha recogido en otros pun­tos de las islas orientales sobre la existencia de supuestos tesoros enterrados relacio­nados con el mundo de la piratería en el pasado, un mundo en el que el pirata «Cabeza de Perro» aflora como un enigmático personaje que vive romances con nuestra Ana Viciosa, que esconde tesoros provenientes de los botines que consigue en intrépidas acciones y del que aún no sabemos a ciencia cierta su origen y existencia24.

Entre esas referencias a posibles tesoros cabe citar la que algunos vecinos de La Santa nos comentaron sobre tinajas con dinero en la Playa del Majo25, lugar relativamente próximo a la cueva de Ana Viciosa. También en otros puntos de la isla existen referen­cias similares como ocurre en la isla vecina de Fuerteventura, en la Cueva del Dinero, cerca de Majanicho.

No sabemos si realmente Ana Viciosa y el «Cabeza de Perro» en algún momento unie­ron su destino. Tampoco sabemos si apareció o aparecerá el tesoro. Queda, como no puede ser de otra forma, seguir indagando en la vida de aquella legendaria mujer, que existió en realidad y que desempeñó un papel muy relevante en la historia insular. Que­da, también, por seguir profundizando en la piratería que asola las Islas, pero en la que las propias Islas participan y en la que se involucran personajes aún envueltos en la leyenda. Y queda, por último, seguir estudiando los restos arqueológicos, como testigos de esos pasados que queremos desentrañar, unos restos que muchas veces se rodean de la polémica, de la fantasía, de las ansias de descubrir grandes o pequeños tesoros escondidos y que, en ocasiones, han provocado lamentables expolios, sobre todo en el mundo de la arqueología subacuática. Unos restos que, bien sean joyas, monedas o los restos de simples tinajas, en última instancia debemos entender que no son mercancías y que la riqueza que encierran pertenecen a toda la sociedad, que, por lo tanto, deben ser tratados con responsabilidad y con rigor científico y que, de existir, deben ser siem­pre para poder obtener de ellos las claves de un pasado que era igual de terrenal que este no menos enigmático presente.

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NOTAS

16.- AHPLP. PN. Leg. 2.725. Fecha: 17 de noviembre de 1627.
17.- DE LEÓN y ROBAYNA FERNÁNDEZ, M. A. (1989): El Jable, poblamiento y aprovechamiento en el mundo de los antiguos manos de Lanzarote y Fuerteventura. III Jornadas de Historia de Lanzarote y Fuerteventura. Tomo II. Págs. 11-107. Puerto del Rosario.
18.- VERNEAU, 1981:126-128.
19.- En relación a la dificultad de acceso, comentaba el geólogo Eduardo Hernández Pacheco en su visita a la isla en 1907: Esta cueva que el antropólogo francés describe como una de tantas cavidades existentes entre las capas basálticas de la Isla y que el morador de ella baria habitable cerrando su entrada con una pared y una tosca portada, es lógico suponer sería practicable cuando estuvo habitada y que ya no lo es, debido a la violenta acción erosiva del oleaje, que roe rápidamente la costa y destruye esta parte de la isla elevando el acantilado costero. HERNÁNDEZ PACHECO, E. (2002): Por los campos de lava: Relatos de una expedición científica a Lanzarote y a las Isletas canarias. Descripción e historia geológica (1907-1908). Ed. Fundación César Manrique.Torcusa. Madrid, pp.

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