Fuente: Apuntes para la Historia de Tinajo
Por Inmaculada Rodríguez Fernández
A principios de diciembre de 1869 se tenía previsto realizar la bajada de la Virgen de los Dolores desde la ermita que llevaba su nombre, y en la que permanecía todo el tiempo recibiendo la visita de todos sus feligreses y devotos, hasta la iglesia parroquial de San Roque. Por esa razón debían estar limpios y en perfectas condiciones para el tránsito todos los caminos por los cuales necesariamente había de pasar dicha santa imagen en su recorrido.
Ante tan importante acto religioso, la corporación tomó el acuerdo, el 22 de noviembre de ese año, de proceder a la limpieza de todos los caminos por los que el recorrido procesional se iba a realizar labores de limpieza de los caminos y veredas del municipio se hacían por medio de la prestación vecinal, es decir, eran los propios vecinos los encargados de llevarla a cabo. Solamente estaban exentas de la prestación las viudas que no tu vieran hijos que mandar y las de los pobres de solemnidad.
La gran afluencia de personas que se acercaban hasta Mancha Blanca, atraídas por su devoción a la Virgen de los Dolores, también llamada Virgen de los Volcanes, provocaba que las diferentes corporaciones municipales tomaran conciencia de la necesidad de mantener limpia, y en perfectas condiciones para el buen disfrute de todos, la plaza que llevaba el nombre de la santa imagen y también de todos los caminos que conducían hasta el lugar. Además, el ayuntamiento consideraba de su competencia la custodia y conservación del aljibe situado próximo a la ermita.
D. Juan Andueza Ocampo, alcalde accidental, expuso a los restantes miembros de la corporación, el 23 de julio de 1899, que, según le habían manifestado varios vecinos, el cura ecónomo del pueblo, D. Manuel Pérez Cabrera, había cerrado el aljibe que se hallaba inmediato a la ermita de Nuestra Señora de los Dolores y permutado parte del agua que el depósito contenía. Con esa actuación el párroco privaba a los fieles que acudían al santuario de extraer la que precisaban y a los pobres de aquellas inmediaciones que también acudían hasta allí a surtirse del líquido elemento. El presiden te manifestó que él tenía entendido que el depósito había sido construido por medio de suscripción popular y que, por lo tanto, su custodia, separación, conservación y administración correspondía a la alcaldía del municipio. Los ediles, tras un amplio debate, acordaron dirigirse al cura y preguntarle en virtud a qué facultades había tomado tal medida. El 4 de marzo del año siguiente se dio cuenta de un oficio del sacerdote del pueblo, Sr. Pérez Cabrera, por medio del cual interesaba se le manifestara si el ayuntamiento había mirado, o miraba, la cisterna conocida con el nombre de los Dolores, sita en las inmediaciones de la ermita del mismo nombre, como de su pertenencia o como bienes eclesiásticos. La corporación, teniendo en cuenta el acuerdo tomado en julio del año anterior, decidió decirle al cura que la cisterna la consideraban como bienes del pueblo por haber sido realizada, según tradición, por medio de prestación vecinal.
A finales de 1899, en sesión bajo la presidencia de D. Antonio de los Santos Negrín, se puso de manifiesto que el aljibe que se hallaba al norte de la ermita de Dolores contenía muy poca cantidad de agua y mucha de lodo. Por tal motivo se hacía necesario limpiarlo. Para ello se proponía, desde la presidencia, que se trasladara el agua al aljibe de D. Agustín Morales Tejera, quien lo había cedido con tal objeto a la alcaldía, por medio de prestación vecinal. El ayuntamiento, teniendo en cuenta que era afirmación corriente que el aljibe había sido construido por medio de suscripción popular y que, por lo tanto, correspondía al mismo su custodia, separación y administración, acordó que la alcaldía dispusiera el número de vecinos que fueran necesarios para que el día 16 de octubre se diera principio a la operación de traslado del agua y una vez fuera terminada se procediera a la limpieza del depósito. El 28 de agosto de 1949 la corporación municipal se hizo eco del mal estado en el que se encontraba la plaza de Dolores, considerando que era necesario se procediera a arreglarla. Acordaron ampliarla para permitir la estancia de los coches el día de la fiesta poniendo recebe donde hiciera falta.
También había que arrancar las piedras que estorbaban y molestaban al tráfico rodado y de personas. Además, debía procederse a limpiar la zona de escombros y ripios. Los trabajos se llevarían a efecto recurriendo a la prestación personal. Asimismo debía ser arreglado el camino que partía frente a las cuevas de Guiguan y que conducía hasta la misma plaza. A finales de 1959 la corporación municipal acordó, accediendo a lo solicitado por D. Plácido Cabrera Marrero como Presidente del Patronato Pro-fiestas en honor a Nuestra Señora de los Dolores, patrocinar anualmente las fiestas que en honor a la virgen se celebraban cada 15 de septiembre. Lo hicieron así con el fin de darle el realce que merecían tanto los actos religiosos como los populares. Consideraban que de esa manera conservarían la tradición de la primera fiesta insular. Además, iban a solicitar del resto de los municipios de la isla, así como del Cabildo Insular de Lanzarote la conformidad y adhesión al expediente que se iba a iniciar ante las autoridades eclesiásticas de Canarias para la proclamación de Patrona, o compatrona, de Lanzarote a Nuestra Señora de los Dolores en Mancha Blanca. Había que tener en cuenta la ya secular gran devoción que el pueblo lanzaroteño tenía a esa venerada imagen, patrona de la isla, si no de hecho sí de derecho.