Fuente: Apuntes para la Historia de Tinajo
Por Inmaculada Rodríguez Fernández
En la segunda mitad del siglo XIX aparece doña Josefa Pérez Luzardo como maestra de la escuela de niñas de Tinajo. Pero, su labor docente no resultaba del agrado de muchos vecinos, y tampoco de la corporación municipal. Se produjo un conflicto entre la profesora y el Ayuntamiento que duró bastante tiempo y en el que tuvieron que intervenir autoridades superiores para dictaminar en el caso.
La señora Pérez Luzardo fue convocada a la sesión plenaria celebrada el 28 de agosto de 1870. Allí se le hizo saber lo que había determinado la junta general para la formación del presupuesto que iba a regir hasta 1871 con respecto a ella. Se le comunicó que se le había suspendido la renta en su totalidad por motivos justos que para ello habían tenido y porque creían que era lo que más convenía al bien general del pueblo.
Los padres de familia habían manifestado que les era más conveniente a la educación de sus hijas pagar la retribución que les llevaba antes que mandarlas a escuelas públicas. En esos momentos no concurría a recibir la enseñanza ninguna hija de pobres de solemnidad.
La junta municipal de primera enseñanza tomó el acuerdo de cesar a Doña Josefa Pérez en el cargo de maestra en enero de 1871. Una vez se hubo producido el cese, el Ayuntamiento le concedió tres días de plazo para que entregara todos los libros que para impartir la enseñanza se le habían facilitado. Además, debía hacer entrega de las mesas, sillas y otros enseres que obraban en su poder y que pertenecían al pueblo. Todo ese material y mobiliario sería dado, para que los utilizara con el mismo fin, a la persona que legalmente la sustituyera.
Un mes después del cese la señora Pérez presentó una solicitud en la que demandaba ser repuesta en el cargo de maestra de escuela y le fuesen devueltos los libros y enseres que por disposición del Ayuntamiento había entregado en la secretaría. La junta municipal dictaminó que no se creían con facultad para resolver en ese asunto y le fuera devuelta la solicitud a la interesada.
Doña Josefa volvió a ser repuesta en el cargo de maestra interina de la escuela de niñas de Tinajo, tras un oficio enviado por el Gobernador civil de la provincia, en el mes de abril. En el oficio se le pedía al Ayuntamiento que se ocupara de la reposición. La corporación expresó su desacuerdo con la medida tomada desde el Gobierno civil y acordó instruir el correspondiente expediente para acreditar los motivos tan justos que habían dado a la docente para no consentir que ella siguiera impartiendo las clases.
Creían que lo más adecuado sería que esa señora fuera separada del ejercicio de la enseñanza y la sustituyera otra que reuniera las condiciones y requisitos que el cargo requería.
Unos meses después fueron varios vecinos los que presentaron una instancia en el ayuntamiento para que fuera este organismo municipal el encargado de darle curso. La instancia iba dirigida al Presidente de la Junta Superior de Instrucción primaria de la provincia y en ella se pedía la separación de la maestra interina de la escuela de niñas del pueblo, Doña Josefa Pérez Luzardo, pues no la encontraban capacitada para el desempeño de dicha escuela. El Ayuntamiento decidió hacer presente a esa superioridad, en el debido informe que se evaluaría al respecto, que el Ayuntamiento y la junta local consideraban muy acertado, justo y equitativo, lo expuesto por los vecinos reclamantes.
El cuerpo municipal estaba bien persuadido de la incapacidad de la maestra y de los abusos cometidos por ella. No podían consentirle por más tiempo el desempeño de tal magisterio, cosa que nunca debió habérsele confiado. El expediente sobre quejas efectuadas contra la labor de la maestra interina fue instruido y enviado a las autoridades superiores correspondientes, que serian quienes decidirían sobre el particular.
Los concejales, el 3 de diciembre de 1871, expresaron su malestar ante el total abandono en el que consideraban se encontraba la enseñanza pública de niñas del pueblo. No creían que la profesora, Doña Josefa Pérez, tuviera los conocimientos necesarios para el desempeño de su magisterio. Además, para colmo de males, se había ausentado de la isla, dejando la escuela a cargo de una persona que nada sabía. No podían pasar desapercibidas las faltas y abusos cometidos por la señora Luzardo, faltas que iban en perjuicio de la instrucción de las niñas, faltando a la vez a sus deberes como funcionaria pública. El Ayuntamiento decidió nombrar como maestra interina a Doña María Tejera Aguiar, vecina del pueblo, persona que consideraban reunía los requisitos que la ley manifestaba. Del acuerdo había de dársele conocimiento al Gobernador civil a fin de que se sirviera aprobar el nombramiento y dispusiera la publicación de la vacante en el Boletín Oficial para la propiedad del referido magisterio.
La Junta Provincial de primera enseñanza decidió, y así se lo hizo saber al ayuntamiento, con respecto al expediente instruido contra la maestra interina, que la señora Pérez Luzardo debía continuar al frente de la escuela de niñas de Tinajo y seguir impartiendo las clases. La corporación acordó poner en conocimiento del Gobernador civil y de la Diputación provincial lo perjudicial que resultaba para la enseñanza pública la continuación en la misma de la citada maestra interina, tal como pretendía la junta provincial del ramo, junta que no había tenido en cuenta que en el expediente que contra ella se había instruido quedaba clara su completa ignorancia en el desempeño de un magisterio que fue un error habérsele con fiado, y que sería abandonado del todo si por más tiempo estaba a su cargo.
Desde el gobierno de la provincia se manifestó al Ayunta miento de Tinajo que había desestimado el acuerdo tomado por la municipalidad en el que proponían a dicha superior autoridad la separación de la maestra interina de la localidad por motivos que creían justificados y poderosos , reemplazándola por Doña María Tejera. La corporación municipal acordó, el 10 de marzo de 1872, dirigirse nuevamente a ese organismo superior suplicándole se dignara resolver en ese asunto según lo acordado por el ayuntamiento. Si así lo hiciera, en ello haría el bien que apetecía para la instrucción primaria. Si Doña Josefa Pérez continuaba en el cargo, de nada valdrían los desvelos del ayuntamiento por el fomento en el adelanto de la juventud y también se mantendría el descontento general de los padres de las niñas, quienes se oponían a mandarlas a tal escuela.
La Sra. Pérez Luzardo presentó un escrito, en mayo de 1872, solicitando que le pagaran su sueldo, devengado como tal desde el mes de marzo del año anterior hasta esa fecha, así como también lo asignado para alquiler y gastos del mate rial de la escuela. La corporación manifestó que en el presupuesto de 1870-71, época a la que se refería su petición, no había cantidad alguna presupuestada para maestra de instrucción primaria, y en el de 1871-72 había, por ese concepto, 150 pesetas, pero que no estaba realizado el importe de dicho presupuesto, razón por la cual a los partícipes de aquel no había podido dárseles nada de sus asignaciones, ni cubrir otras atenciones perentorias. En los acuerdos tomados por el ayuntamiento y asociados de aquella época resultó que la renta para la maestra interina se había suspendido por razones que tenían manifestadas al Gobernador civil. La respuesta que recibió la solicitante fue que, en vista de lo expuesto y de otras circunstancias, y, principalmente, al no existir nada presupuestado para tal efecto, no se le podía librar cantidad alguna. Doña María Josefa Pérez Luzardo vuelve a aparecer en el cargo de maestra interina a finales de 1875. El 4 de noviembre de ese año se vio una solicitud de Doña Rafaela Espínola de Cabrera solicitando se le concediera el título de maestra de niñas interina del pueblo, en caso de que, quien lo era, la Sra. Luzardo, emprendiera el viaje que tenía entendido precisaba ésta hacer a América del sur. El ayuntamiento confirmó que era cierto que doña Josefa iba a realizar ese viaje. Una vez que lo hiciera se le concedería a la solicitante el título que deseaba, teniendo en cuenta sus conocimientos e irreprochable conducta. Tan pronto Doña María Josefa renunciara a la escuela pasaría el Alcalde, acompañado del secretario, a inventariar los enseres existentes en el local. Una semana después ya doña Rafaela Espínola aparecía corno maestra interina de la escuela de niñas del pueblo. En abril de 1876 pasó a Gran Canaria con objeto de examinarse y obtener en propiedad la escuela que estaba a su cargo. A finales de ese mismo año le fue expedido el título de maestra por el Presidente de la Junta Provincial de Instrucción Pública y se le dio la propiedad de la escuela que había estado desempeñando como interina.