Fuente: Apuntes para la Historia de Tinajo
Por Inmaculada Rodríguez Fernández
En la década de los 40 del siglo XIX se encontraba como cura al frente de la parroquia de San Roque D. Juan Francisco de la Santa Fe Galindo Díaz. El 20 de abril de 1845 el Ayuntamiento le firmo un certificado, a petición suya, sobre su conducta durante el tiempo que llevaba ejerciendo su ministerio en el pueblo. Los miembros del cuerpo municipal certificaron que jamás se había presentado queja alguna contra él, ni por el caballero Síndico ni por cualquier otra persona. Cumplía fielmente con sus obligaciones. No se le podía hacer reproche alguno sobre su comportamiento y jamás había dado escándalo alguno a sus feligreses.
Tampoco había dado muestras de poca adhesión al gobierno de Su Majestad la reina constitucional Doña Isabel II. Una de las cosas que hacía continuamente, con un celo verdaderamente apostólico y caritativo, era solicitar lo que el Ayuntamiento daba para el sostenimiento del culto y el bien espiritual de las al mas. Conducía y dirigía a la grey del Señor por medio de la administración de los Sacramentos, Funciones y continua predicación a la observancia, tanto de las prácticas religiosas como de la sumisión y obediencia que se debía tener a las leyes constitucionales y al amor a la soberana Reina.
Todo el vecindario se mostraba conforme con sus servicios, salvo que no dejaba de haber algún descontento, que siempre se encontraba alguno. A pesar de su pobreza y de sus cortos emolumentos siempre estaba dispuesto a prestar auxilios de caridad.
El 26 de junio de 1845 realizó una visita al pueblo de Tinajo el obispo de la diócesis de Canarias, D. Judas José Romo, que se encontraba de visita pastoral en la isla de Lanzarote.
Toda la corporación fue invitada a acudir a su presencia. Pero, a la llamada sólo acudieron el teniente de alcalde, D. Juan Martín, y el secretario del Ayuntamiento, D. Antonio Portier.
El resto de los miembros de la corporación no había podido acudir, porque aún era muy temprano. Además, el señor Obispo tenía prisa, pues debía ir también a la Villa.
Entre los presentes en la reunión se encontraban el sacer dote y el ex-regidor decano del Ayuntamiento de Tinajo durante 1843 y mitad del 44, D. José María Tejera. El Obispo manifestó que antes de llegar al pueblo ya estaba enterado de las discordias y diferencias que entre ambos habían existido, y seguían existiendo. Las diferencias se habían producido tanto por escrito como de palabra. Les aconsejaba que, como verdaderos discípulos de Jesucristo, se olvidaran ambas partes de los agravios recibidos, dando así pruebas de una verdadera paz y recíproca reconciliación. También les pedía que se alejaran de cualquier resentimiento que hubiera por parte de alguno.
El problema entre ambos radicaba en que el señor Tejera siempre se negó a entregar a D. Juan Francisco el dinero que el Ayuntamiento concedía para el sostenimiento del culto, a pesar de que el cura continuamente solicitaba que se le hiciera entrega de lo que estaba convenido para la Iglesia.
Dirigiéndose al Sr. Tejera, el Obispo le añadió que, en lo referente a las expresiones con las que había herido el honor del párroco, diciéndole, entre otras cosas escandalosas, que se gastaba la cera del pueblo en sus funciones y entierros y que era un apóstata de la religión de San Francisco, se retractase de lo dicho y las declarase como nulas, dichas en un momento de acaloramiento y que no se tuviesen por existentes. Así podía quedar el cura con la buena opinión y fama que de él se tenía. Además, le pedía que, una vez concluida la reconciliación exterior, se reconciliara con Dios por medio del Tribunal de la penitencia, pues era muy grave el pecado que había cometido al injuriar, no a un particular, sino a un sacerdote. D. José María Tejera se mostró conforme y retiró todo lo dicho contra el cura.
Terminó de esta manera el acto de reconciliación y quedó muy complacido el Obispo. Posteriormente, meses después, el párroco se dirigió al Jefe Superior Político exponiéndole sus quejas contra el Sr. Tejera porque éste no le había satis fecho la totalidad de lo que el Ayuntamiento aportaba para el sostenimiento del culto durante 1843 y parte de 1844, épocas en las que ese regidor había hecho las veces de presidente por la ausencia del Alcalde propietario. D. Juan Francisco Galindo tomó esa decisión porque la respuesta que le daban las diferentes corporaciones municipales, cuando solicitaba lo que le debían, era que tenía que ser el Sr. Tejera quien entregara lo que le adeudaba a la parroquia y que ellos se encargarían de comunicárselo así al ex-regidor y darle un plazo para que cumpliera la orden, orden que el Sr. Tejera siempre incumplía. El Juez superior político dictaminó que ambas partes debían recurrir a la justicia.