Tinajo: navidades de ayer y hoy

Por Agustín Cabrera Perdomo

 

Fue durante aquellos años ya lejanos y a lo largo de sus noches de frío invierno, cuando la temida Burra Blanca, el aguapata y la oscuridad campaban a sus anchas por los desangelados caminos y senderos de Tinajo. A pesar de todo, conducían seguros al Nacimiento que modestamente se representaba cada año en el altar mayor de la Iglesia Parroquial de San Roque. Fueron tiempos de otras cosechas, de otros usos; tiempos en que el familiar olor a las truchas recién fritas salía de las humildes cocinas de los hogares e inundaba el ambiente de aromas tradicionales.

¡Es que hoy las cosas no huelen como antes! -1me decía hace unos días un viejo amigo-. Durante la noche del veinticuatro de diciembre, esperábamos ansiosos paladear el turrón, del duro y del blando, que como bien escaso se repartía con frugalidad entre los miembros de la familia congregados a la mesa bajo la incierta luz de los quinqués y de las velas. Fueron aquellos, tiempos de penurias que hoy recordamos con nostalgia, como espejismo lejano y casi olvidado.
Todo ha cambiado desde entonces; las truchas, se hacen con masa preparada traída de pa fuera y los garbanzos para el relleno se sacan de unos botes de cristal en donde vienen guisados y listos para escachar y hasta el dulce de batata, creo que viene en latas desde Argentina. Los turrones de Alicante que eran la estrella de las golosinas de Navidad, hoy se ponen viejos de un año para otro ante la indiferencia del personal.
En cuanto a la oscuridad en la que estuvo sumida la población de Tinajo desde sus orígenes hasta los primeros años de la década de los setenta, es donde más se ha notado el cambio para bien. Hoy día y por estas fechas prenavideñas: Tinajo compite sin complejos con las grandes ciudades y pueblos del archipiélago en lo que a iluminación navideña se refiere.
El motivo o emblema artístico luminoso con que todos los años nos sorprende gratamente nuestro alcalde, consiste en la complicada instalación de un monumental y singular árbol navideño que se ubica en la rotonda que encontramos a la entrada del pueblo. Este acontecimiento ya tradicional, se inició hace algunos años y creo recordar que el primero de la serie arbórea, fue una especie de abeto centroeuropeo que en lograda y fantasiosa recreación mostraba enormes globos que intermitentemente cambiaban de luz y color desde el atardecer hasta la madrugada. Era visible desde varios kilómetros de distancia y si se accedía al pueblo por la carretera que desde Tiagua conduce a Tinajo, se asemejaba a lo lejos como un ovni en el inicio de su despegue.
Cuando llegabas al pueblo y circundabas la dicha rotonda, te veías envuelto en luminosos relampagueos y ruidos de relés electrónicos, que te hacían creer como mínimo, que se te había desconchado el coche.
Al año siguiente fue allí emplazada, una no muy bien lograda palmera que presidió aquellas Navidades Tinajeras del 2001. Con apariencia sahariana, sola y triste permaneció aquellos días impertérrita con sus filigranas luminosas parpadeando y esperando que acabara aquella su estática y poco airosa representación. Fue un ejemplar afligido, pues la rigidez de sus palmas le daba un aspecto enfermizo y ni tan siquiera imitaba bien el murmullo del viento al pasar entre sus ramas.
El año siguiente fue un frondoso ejemplar de difícil catalogación quien nos ambientó aquellas secas Pascuas del 2002. Con una espectacular combinación de luces multicolores mantuvo el tipo augurándonos un año lleno de buenaventuras. En lo más alto de aquel inclasificado árbol navideño, anidó un luminoso alcaraván que posado tranquilamente en el centelleante pináculo, permaneció dos semanas incubando pacientemente un imaginario huevo pascual.
Durante las Navidades pasadas, la recreación artístico vegetal, producto de la febril imaginación de nuestro alcalde, (esto lo supongo yo por su relación profesional con voltios, vatios y demás linajes eléctricos), tenía apariencia de drago (Draceana draco) y si es así o si no, lo cierto es que ese año se superaron a sí mismos los artífices del emblemático distintivo navideño.
Por la mañana, dos camiones jirafas, con operarios encaramados en peligrosas alturas dotaban de verdes ramajes al esbelto tronco de éste antagonista tinajero del icodense drago milenario.
Lució esplendoroso a la entrada de Tinajo como él más alto y original árbol navideño jamás concebido a lo largo y ancho de toda la geografía isleña, aunque sentimos la ausencia del alcaraván luminoso del año anterior, (burhinus oedicnemus luminosus) posado en lo más alto de sus ramas.
No sé si por envidia ante tanta enjundia o por que le había llegado su hora final, lo cierto fue que a uno de los dragos de verdad que ornamentaban la Plaza de San Roque se le metió una grave y maligna carcoma que se lo trajo a tierra y hace ya tiempo se certificó su definitivo óbito. DEP.
Este año, la imaginación de nuestro actual Regidor Municipal, ha volado hacia tiempos pretéritos, tiempos ya lejanos en los cuales Tinajo contaba en las cercanías a la Plaza de San Roque, con dos clásicas molinas y un molino de viento de los que tristemente aun pueden observarse: del molino, las ruinas vencidas de sus muros, y de la molina; su noble armadura pudriéndose humillada sobre lo que queda de sus viejas paredes.
El emblema monumental que presidirá estas Navidades Tinajeras del 2004 será un espectacular Molino de Viento que como tardío homenaje a sus predecesores, veremos lucir con su fantasía de luces a la entrada del pueblo. Allí, moverán sus aspas las suaves brisas que como la estrella de los Reyes, nos llegarán del Oriente, cada vez con más prisas, y con prisas pasara su efímera y virtual molienda, pero creo, que avivará en los más viejos, el recuerdo y la añoranza por aquellos desaparecidos molinos y molinas que antaño ayudaron a paliar el hambre de todo un pueblo.
En los últimos crepúsculos de las navidades pasadas, creí ver el maltrecho porte de un viejo y escuálido guirre (neophron percnopterus escuálidus) volar en círculos sobre aquel drago luminoso, lo cual me trajo memorias de Navidades más afectivas, de Pascuas con olor a tierra mojada por la lluvia, a piedras con escán, a verodes, a tabaibas y piteras que arrancábamos de las lavas cercanas para ambientar el Belén de la Iglesia de san Roque. Pero, todo fue ilusión, el guirre que creí ver, seguramente fue un gavioto curioso y perdido en el cielo de aquel sangrante atardecer.
Las tradiciones si no se ejercitan, se pierden; huyen de nosotros como de la peste y así como desapareció de nuestros cielos el viejo guirre, también se irá extinguiendo el recuerdo de las molinas y molinos de Tinajo, y serán pronto solo eso, un recuerdo en la memoria de los viejos.
La maltrecha imagen que queda de estos ingenios, estará representada durante unos días, por este quijotesco molino que quizás al ritmo que moverá sus aspas luminosas, removerá las conciencias de las Autoridades que en su día restauraron la casi totalidad de los molinos de la Isla, excepto los de este pueblo, que como es tradicional, casi siempre dejan en el olvido. ¡Felices Pascuas!

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