Por Agustín Cabrera Perdomo
El Capitán Roque Luis Cabrera nació un veinte y tres de septiembre de mil seiscientos veinte y tres posiblemente en La Vega de Yuco, de la jurisdicción de Tinajo en la entonces desconocida y olvidada isla de Lanzarote. Comencé a interesarme por el personaje que nos ocupa, cuando llegó a mis manos su carta de últimas voluntades o testamento que había otorgado el treinta de diciembre de mil seiscientos ochenta y tres ante el Escribano Público don Juan Agustín de Figueroa.Sin tener los conocimientos mínimos y elementales en paleografía, acometí la tarea de transcribir este documento por un incontenible interés de conocer a través de su memoria testamentaria; algunos hechos de su vida, de su familia, de quienes habían sido sus padres hermanos, el sitio de su sepultura y quienes fueron y son sus descendientes directos y a que se dedicaba después de sus supuestas obligaciones militares, así como el conocer a otros personajes de los que fue a su vez contemporáneo. Había hecho yo algunas transcripciones de documentos fechados durante el siglo dieciocho y diecinueve, con relativo éxito; pero acometer la lectura y transcripción de un largo cartapacio de diecisiete folios era labor que me pareció a primera vista un objetivo inalcanzable. La enrevesada y la aún más indescifrable caligrafía me pusieron al borde del abandono, pero; después de varias horas de perseverante esfuerzo, terminé de leer a duras penas, las últimas frases del primer folio de aquella carta de últimas voluntades.
Salvando las distancias, me sentí en aquel instante, – casi como pudo haberse sentido Jean Francois Champollion cuando terminó de descifrar los jeroglíficos de la Piedra de Rosetta, – y fue desde entonces, cuando el interés ha sido imparable, los dictados del capitán Roque Luis Cabrera de sus últimas voluntades al señor Escribano Público de la isla, que lo fuera entonces don Juan Agustín de Figueroa, adquirieron para mí un valor emotivo incalculable; solo de pensar que aquel desconocido y extraño hasta ahora personaje, que además; por venturosa casualidad supe que fue uno de entre los mil veinticuatro (1024)quinto bisabuelo mío por línea paterna directa, me pareció estar disfrutando de uno de los momentos más emocionantes vividos en esta etapa de mi vida. Me sentí trasladado a aquellas difíciles y lejanas calendas, reviviendo las dichas voluntades y los hechos narrados y a medida que iban surgiendo las frases de aquel aparentemente enrevesado galimatías escrito, mi pensamiento se iba amoldando a la época y en una especie de mutación retrospectiva, me encontré escribiendo estos párrafos con el objetivo de compartir unos hechos acaecidos hace doscientos cincuenta años, nuevamente revividos y que intentaré trasmitir desde esta ensoñación – espero que pasajera – a mis futuros y sufridos lectores intentando -cosa harto difícil,- trasmitirles lao dichas y hechos mencionados.