POR MIGUEL LANTIGUA BARRERA
Han pasado años pero sigue vivo en mi el recuerdo y el cariño a Tinajo. Tinajo desde lejos o desde cerca siempre ha sido y es algo de mi historia y de mi vida. Por eso, acepto esta invitación que me hacen a pregonar sus fiestas, a pregonar sobre todo, su historia su ayer, su hoy y su mañana.
Pregonar el ayer, ese ayer muy lejano, que sólo vive en el recuerdo de esos mayores que muchos ya no viven.
Ese pasado de trabajo duro y de futuro incierto, trabajo de hombres y mujeres que con sus manos pusieron piedra a piedra lo que son cimientos de este pueblo, que sus hombros y camellos enarenaron las tierras, abrieron cultivos y levantaron paredes.
Difícil se hace entender aquellos sacrificios y esfuerzos de nuestra gente. Pregonar este ayer es por tanto, alzar una voz de agradecimiento y de homenaje a todos esos mayores que regaron con sudor nuestras tierras y es también abrir nuestras manos para recibir valores el valor de la lealtad, de la nobleza, de la sencillez, de la constancia, del sacrificio y de tantos otros que son una herencia a cuidar y guardar.
Siempre me gustó escuchar ese pasado y aún recuerdo con cariño aquellos largos ratos de conversación sentados en su casa o al soco de una pared, con Sr. Rafael Duarte, Sr. Crisanto, Sr. Alberto Delgado y tantos otros que me iban contando unas historias que habían sido vividas. Las salidas al atardecer del domingo, mochila al hombro, con algo de gofio, cebolla y pescado seco para amanecer en Janubio y comenzar a trabajar la semana enfrentándose al sol ya la lluvia y durmiendo al soco de paredes; o bien, las aventuras de emigrar a Venezuela o a Cuba con la ilusión de conseguir algo mejor: y así tantas y tantas historias.
Admiraba aquel pasado vivido con tanto esfuerzo, sudor y sufrimiento, aquellos hombres y mujeres que son los nuestros y que a un ritmo muy lento fueron haciendo pueblo. Confieso que muchas veces afloraban lágrimas en mis ojos al escuchar y contemplar lo que fue la vida de tantos hombres y mujeres. Gracias que aquellas largas conversaciones siempre acababan con algún cuento gracioso o alguna anécdota del famoso cura D. Tomás.
Pero también tenemos que pregonar un ayer más cercano, el que todos conocemos. Ese ayer en el que nuestro pueblo comenzó a tomar más conciencia de pueblo, a relacionarse, a vivir. Acontecimientos claves fueron la instalación de la luz encalles y casas, el trabajo de muchos en el sector turístico, la inquietud y la fuerza de jóvenes que comenzaron a unirse, a buscar y a trabajar por un pueblo distinto a que habían vivido. Muchos son los hechos silenciosos que fueron transcurriendo en aquellos años a partir de 1.975. Grupos de teatro, la rondalla Tinguanfaya, el interés de algunos adultos por la cultura, la inquietud de niños y jóvenes por el deporte y la unión entre barrios fueron algunos de estos hechos que comenzaron a dar impulso a Tinajo como pueblo.
Y este ritmo de progreso como pueblo no ha parado. Hoy contemplamos y disfrutamos un pueblo distinto, un pueblo que tiene lo que quizás no había soñado. Por eso, pregonar el presente es felicitarles a todos por lo que ya se tiene y por lo que aÚn están luchando. Cualquiera que visite nuestro pueblo y haya conocido su pasado no puede menos que alegrarse y reconocer el esfuerzo de todos.
Pero también quiero y quizás sea un atrevimiento, el pregonar su futuro, el futuro que al menos a mi me gustaría.
No sólo sueño con un pueblo que siga teniendo más cosas, más carreteras, más jardines, más plazas, más servicios. Quiero sobre todo, soñar un pueblo en el que cada persona sea más feliz, en el que haya unas relaciones más solidarias, en el que cada joven encuentre su puesto de trabajo, en el que los matrimonios vivan los valores de la fidelidad, del diálogo y del cariño, en el que los hijos disfruten del acompañamiento responsable de sus padres y en el que los ancianos sientan fuertemente el cariño agradecido a todo lo que han dado. Un pueblo que siga apostando por la cultura, que mantenga viva la unión entre niños, jóvenes y mayores, que siga cultivando el deporte y manteniendo un paisaje limpio y cuidado. Si, quiero soñar con un pueblo que sea habitable para todos.
Pero en este soñar no puedo cerrar los ojos a las sombras que tristemente también son realidad en nuestro pueblo, como son la droga, el alcohol, la delincuencia… A pesar de eso, sueño con un pueblo que se una y se anime a luchar por superar estas realidades, por buscar luces a estas sombras, por tender una mano amiga que ayude al otro a levantarse.
En este agosto dirijo, como tantos de ustedes, una súplica a San Roque, al bendito San Roque, al testigo de todos los tiempos para pedirle el aliento y la fuerza para que la gente de nuestro pueblo haga posible que estos sueños y otros que muchos de ustedes tengan lleguen a ser realidades. Que el tezón creyente de nuestro pueblo sea aire fresco que nos comprometa a todos a abrir caminos de esperanza.
¡Que estas fiestas nos hagan celebrar y disfrutar de todo lo que hemos conseguido y luchar por lo que nos falta!
¡Felices Fiestas 1995!