Por Agustín Cabrera Perdomo
DON JUAN DE PÉREZ Y LÓPEZ DE RODRÍGUEZ.
EL BURLADOR CONEJERO.
Corrían los últimos meses del año del Señor de 1730, año este en que iban a despertar en nuestra isla de Lanzarote, todos los demonios del infierno que hasta entonces habían permanecido en sosiego desde hacía tres o cuatro mil años. Nuestra Isla estaba a punto de vivir el cataclismo eruptivo más violento que la historia nos ha dejado en noticias escritas y que durante casi siete años cubrió de lava y cenizas una buena parte del territorio insular. Las noticias de los hechos aunque parezcan inverosímiles, llegaron hasta mí por una revelación onírico- telúrica, que sufrí pocos años antes que llegara mi prematura vejez. Otra fuente primordial fue la de haber podido llegar a tiempo de indagar en los rincones de la memoria de muchos ancianos que habían celosamente guardado el secreto durante casi dos siglos, aquella increíble historia de transmisión oral y en romances populares y anónimos de antaño.