POR FRANCISCO MARTÍNEZ
Nunca ha sido tarea fácil para casi nadie -y todavía menos para quien no tiene oficio de literato- asumir la responsabilidad de firmar un pregón para unas fiestas entrañables e intentar, al mismo tiempo, no defraudar a quienes amigablemente han depositado esta vez esa confianza en este servidor humilde. Pero ojalá logre con estas líneas escasas no desmerecer de esa fe depositada.
Ni siquiera el mejor de los pregones -ni el más rebuscado ni el mejor logrado- estará jamás libre de una serie de tópicos a los que ninguno escapa. Así y todo, no deja de ser cierto que el tópico no es otra cosa distinta a una verdad repetida mil veces. Y por esa razón puedo decir -consciente de que digo verdad- que es alto honor para quien les habla asumir esta condición de pregonero de las entrañables y marineras Fiestas del Carmen de La Santa. ¡Cómo no había de ser un honor para alguien que, pese a no haber nacido en esta isla, ha hecho suyas los padecimientos y las alegrías de todos sus pueblos y rincones!
En gran medida, La Santa es el ejemplo perfecto que nos puede servir para resumir la historia (o pasado reciente) y la actualidad inmediata de todo Lanzarote. Aquí se han desarrollado, en cada momento, las actividades que han sido pilares v soportes principales de la economía conejera: la pesca y el turismo. Ninguna goza ahora mismo tiempos de bonanza, como bien saben los hijos y vecinos de La Santa y como tampoco puedo ignorar yo por mi dedicación profesional. Pero esa realidad requiere de estudio Y tratamiento en otro momento y lugar. Lo que ahora nos ocupa son estas fiestas, la única realidad que hoy y aquí nos vale.
Ninguna crisis, además, le puede parar los pies a un pueblo hecho y acostumbrado históricamente al tesón y la lucha. Alma y espíritu marinero, que bien podríamos llamar a esa fuerza y a ese aguante Quienes faenan en mitad de la bravura del mar acaban imitando idéntico poder y coraje.
Les hablaba al principio de los tópicos, y el más inevitable de todos es el que refiere la laboriosidad: Una virtud que en La Santa tampoco ha sido esquiva, aunque venga revestida de una timidez que sólo es el reflejo exacto de la humildad y la nobleza.
Pero La Santa es algo más que todo lo que, escuetamente, hemos expuesto hasta aquí. Aparte de la belleza espiritual de sus gentes y de la otra belleza física del pueblo -palpable con sólo abrir los ojos-, La Santa también es historia, mito y leyenda (como el mar, otra vez el mar…). En ese apartado hay siempre unos nombres y unos hechos que brillan y destacan con luz propia, a la vez que nos sirven como magníficas referencias.
Hay que rememorar entonces -un año más, y así todos los años y todas las veces que sea menester recurrir al ayer para reforzar el presente – al famoso te¬soro escondido del no menos afamado pirata «Cabezaperro», así como a sus venturas y desventuras amorosas con alguna lugareña. Hay que acordarse de la que fuera viuda del Gobernador de Lanzarote Juan León y Múgica, la bellísima Ana, nieta de mora cautiva que anduvo liada en amores con el Marqués de Lanzarote. En torno a Ana de León -también conocida por Ana Viciosa- corren al unísono otras muchas historias y andanzas paralelas. En algún lugar de difícil acceso de estas mismas costas encontró ella Perfecto «burladero» para guarecerse de las críticas y las habladurías en su contra.
„Inevitablemente, y como se comprueba por lo dicho, el mar se erige en protagonista y compañero de todos esos personajes (muchos más de los nombrados, por supuesto). Y así se explica, por lo tanto, el motivo y la razón existente para nombrar a la marinera Virgen del Carmen como la Patrona «por derecho» de La Santa.
No podía ser de otra manera. Y no puede ser de otra forma distinta a la sana alegría y a la diversión saludable como nos corresponde celebrar y participar de estas Fiestas: las que este pregonero accidental les desea mucho más plenas de contenido que lo que acaban de leer o escuchar.
¡Salud y regocijo!