Pregón de La Vegueta 2013

POR  ANTONIA  RODRÍGUEZ  BERRIEL

Antonia Rguez.

 

Señores, señoras, como hija de este pueblo, y sobre todo como mujer, es para mí un honor el ser pregonera de nuestras fiestas a mi edad.
Cuando Teresa María me invitaba a ser pregonera, casi no la dejé terminar de hablar y le dije ¡Que va muchacha! , pero ella insistía una y otra vez con su run run, que yo me lo merecía, que yo conocía como eran las fiestas de antes, y tanto insistió que acepté.


Acepté porque al fin al cabo tener 84 años, es haber vivido durante ese tiempo nuestras fiestas, y pienso que antes se pasaba mejor.

Recuerdo de niña, que no teníamos juguetes, como tienen los niños de hoy, pero éramos felices con nuestras muñecas de trapo y los niños con carros de tunera, todos hechos por nuestros padres.
Nuestros juegos de niñas, eran el teje, el quemado, matarile y la tángara, juego que consistía en poner cada jugador una perra sobre una piedra grande mantenida en pie sobre la tierra y desde una distancia se tiraba por orden con una laja pequeña y quien tiraba las perras se quedaba con ellas.
Recuerdo que Teresita Farray, tenía una laja misteriosa, la tenía bien guardada y no se la prestaba a nadie, cada vez que jugaba se ganaba las perras.
Los juegos se hacían en la carretera y en los caminos, pues apenas pasaba algún camión o coche, aunque cuando más jugamos era los domingos, pues los demás días estábamos en el colegio o ayudando a nuestros padres.
No había tele, ni luz eléctrica, ni agua corriente, pero éramos felices, porque todos colaboramos en las faenas de la casa. Había mucho cariño, nos llevábamos bien y deseábamos que llegaran nuestras fiestas para estrenar el traje o los zapatos, porque a veces no se podía estrenar las dos cosas.
Íbamos a misa todas contentas, la función la celebraba don Tomás, desde las nueve de la mañana nuestras madres estaban preparando el puchero para la familia. Luego por la tarde noche, había verbena.
Recuerdo que los bailes se hacían en la era de don Justiniano y otras donde hoy se encuentra el teleclub, en un solar vacío que estaba aquí.
En los bailes cuando éramos niñas nos poníamos detrás de las madres, ellas llevaban unas pañoletas que tenían unos flecos largos y nosotras nos escondíamos detrás de ellas y les amarrábamos los flecos de unas a otras sin que se dieran cuenta y cuando se levantaban estaban todas unidas.
Ya de señoritas íbamos a los bailes, pero sólo podíamos entrar cuando cumplimos los 18 años. Cuando vino el Obispo Pildain Sapiain, quitó la verbena y dijo que el día de la fiesta fuera solo religiosa. Si había función no podía haber baile.
A pesar de que se prohibió el baile, nosotras nos divertíamos igual, primero íbamos a la función religiosa y después nos poníamos a pasear por la plaza delante del teleclub, el piso era de tierra y salíamos llenas de polvo y manchas.
Por las fiestas venía de Arrecife Paco el de los helados, y pasábamos la tarde entre polos y las boberías con los chicos y por la noche nos íbamos a los bailes de Tiagua, porque de esos no dijo nada el Obispo.
Con la llegada de un nuevo obispo, llamado Infante Florido, se permitió que se hicieran nuevamente los bailes por las fiestas.
Las procesiones en las fiestas eran muy largas, salíamos de la ermita, pasamos por la casa de don Leandro Fajardo, se entraba en la plaza y bajamos a Yuco y de allí subíamos por la cuesta de Regla.
Hoy es distinto, de la tranquilidad de aquellos momentos, que no nos enterábamos de las noticias, aunque fueran malas y cercanas, sino después de unos meses, hemos pasado a ver una televisión con robos, crímenes, cuernos que nos pone la cabeza loca y así estamos todas remontadas. Yo no veo sino pasapalabras, jugar y ganar y folclore.
Yo he pasado unos años de miseria y penuria, por circunstancias he tenido que hacer de madre y padre, ya que mi marido se fue a buscar fortuna a Venezuela y no volvió, y aquí me quedé con mucho trabajo para sacar mi familia adelante. Hoy estamos en crisis, pero nosotros estamos acostumbrados a vivir con poco y con mucho trabajo, a veces salíamos adelante porque nos ayudábamos unos a otros.
Hay algunos que por poca cosa se ponen la soga al cuello, y eso es porque no están acostumbrados a luchar y a no rendirse nunca, aunque veas las cosas mal.
Debemos reflexionar y vivir lo que Dios nos tenga destinado, con ilusión y compromiso por tu familia y por tu pueblo, y se los digo yo, que cociendo hasta altas horas de la noche, y trabajando en las tierras cuando caía alguna lluvia, saqué tres hijos p’alante, y una madre, nunca nos faltó un trozo de pan para comer.
La vida es muy difícil, pero debemos buscar la parte buena, pensar que los malos momentos hay que superarlos con las ganas de vivir. Las personas mayores tenemos que mantener la alegría por vivir, la ilusión por ver crecer a nuestros hijos y nietos. La edad solo es una suma de números, debemos participar, siempre que podamos, en todas aquellas actividades que nos ofrecen, no somos viejos por las arrugas de nuestra cara, somos viejos cuando no tenemos ganas de vivir, y yo les invito a todos jóvenes y mayores a vivir, a disfrutar de nuestras fiestas.
Un saludo y hasta siempre.

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