POR ANTONIO CABRERA BARRERA
Es el mes de septiembre, cuando el pueblo de Tinajo, abre las puertas de su historia a la isla de Lanzarote y a los numerosos visitantes que en estos días se encuentran entre nosotros.
En 1737, Tinajo figuraba como aldea de Teguise, en 1787 cuenta ya con alcalde pedáneo, nombrado por el alcalde mayor de Teguise.
En el archivo parroquial, se encontraban importantes documentos relacionados con las erupciones volcánicas.
En 1808, Tinajo participó en la Junta Patriótica Gubernativa de la isla. Sus representantes fueron el cura D. José Cabrera Carreño y los presbíteros D. Francisco Cabrera y D. Bartolomé de Bethencourt.
En 1865, Tinajo es cabeza de distrito municipal y pertenece al partido judicial de Arrecife.
Tinajo es hoy un pueblo laborioso, donde la arquitectura se funde con la naturaleza, formando una bella estampa, entre las lavas y las blancas casas.
Hasta el cielo con el rojo de sus atardeceres, se vuelve, alegre y festero en estas fechas.
Sus campos, estrujados hasta lo más profundo de sus raíces por el agricultor lanzaroteño, parece unirse a este ambiente de alegría ofreciendo, preñado de frutos, el color verde y oro, del rico néctar conejero.
Todos, hombres y mujeres, agricultores y marineros, viven estas fiestas como un reencuentro del hombre con la tierra, y del hombre con la virgen.
Cuando en 1730, la arena y la ceniza cubrió las más fértiles vegas de Lanzarote, el agricultor, buscó en la negra capa de lava y lapillo, el fruto de la tierra, movido únicamente, por la fe y la fuerza de los acontecimientos milagrosos de 1735 y 1774.