Pregón de Mancha Blanca 1993

POR  JOSÉ  MENDOZA

mendoza1- dolores

 Lanzarote es la tierra del viento, el volcán, y los colores cálidos. Lanzarote es nuestra isla mágica, donde lo telúrico y lo espiritual se funden.
El hombre de Lanzarote se implica, se confunde con esos conceptos, y a través del trabajo, de sus manifestaciones y costumbres lo sublima, obteniéndose una extrema complicidad entre el medio físico y el hombre.


Todos los pueblos que se desperdigan por el espacio insular conejero se han constituido, han crecido y se desarrollan dentro de los límites y las posibilidades de su singular geografía y belleza, pero también dentro de su específica dureza. Para superarla, desde los antiguos pobladores aborígenes hasta los actuales habitantes han optado por admitir el medio físico, desafiando todas sus adversidades, de la mano de la creatividad y del esfuerzo cotidiano.
Los hombres y las mujeres de Tinajo han sido y son protagonistas esenciales de esa lucha por superar el entorno de la manera más efectiva posible; es decir, conociéndolo, queriéndolo y tratando de dominarlo; integrándolo en el trabajo, la cultura y las creencias.
Situado en el centro-norte de la isla, más de la mitad de la superficie que ocupa se encuentra cubierta por lavas de las erupciones ocurridas entre los años 1730 y 1736. Por el Oeste comparte con Ya iza el dominio de los campos lávicos del Parque de Timanfaya. Toda la parte Sur está compuesta por un conjunto de volcanes y malpaises, hasta el límite de las Peñas de las Palomas, acercándose hasta La Geria; en el sector oriental roza la zona del jable, que ocupa desde Timbaiba hasta El Cuchillo.
Pero aunque la relación con el volcán es marcada, no se le puede negar a Tinajo su unión con el mar. El mar que baña una amplia zona de la costa entre Punta Prieta y El Roncador; la costa baja de La Santa, el acantilado, o la zona festoneada del litoral que da origen a pequeñas playas. Este pueblo navega entre los dos mares más importantes que rodean Lanzarote: las aguas del Atlántico y las escorias volcánicas.
A pesar de las pocas posibilidades que aparentemente ofrece su espacio para la agricultura, Tinajo es uno de los municipios con mayor peso agrario en la isla; la calidad de sus suelos y la orientación a los vientos alisios no son extraños a este hecho. La imaginación y el esfuerzo posibilitan que Tinajo manifieste en su solar todas las peculiaridades de las tierras de cultivo en Lanzarote; desde las gavias al jable, pasando por el enareado natural y artificial. Ello ha permitido al campesino tinajero, extremadamente pobre a lo largo de los pasados siglos, domeñar el terreno. Se consiguió en los años pasados una que más notable producción tabaquera, y de cebollas, las legumbres y los viñedos constituyen el nudo de su actividad agraria actual.
Remotas en el tiempo son las noticias que encontramos de este pueblo. Arrancan de mediado del siglo XVII y tienen un carácter, como tantas cosas en Lanzarote, marcadamente legendario. Las relaciones sentimentales entre la poderosa Doña Ana la Viciosa y el pirata Cabeza de Perro, abonan la leyenda, a la que se suma el mítico tesoro que escondió el corsario en la Mar del Cochino.

En 1650, según recoge Agustín de la Hoz, Tinajo no era otra cosa que un pueblo miserable, con unos habitantes, que no llegaban al centenar, controlados y dominados por Doña Ana. En 1679, Tinajo cuenta ya con una ermita dedicada a la advocación de San Roque, convertida en segunda parroquia en 1792 por el Obispo Tavira y Almazán.
Pero si bien Tinajo ha sido habitado hasta épocas recientes, por una mayoría de pastores pobres, también ha sabido exportar hijos ilustres. En este pueblo nace Don Jacinto de Vera, quien después de desempeñar los cargos más destacados como presbítero, fue nombrado Obispo de Montevideo. Un ejemplo de las relaciones que desde es’ tos lugares se mantienen con la otra orilla del Atlántico y el continente americano. Porque uno de los cultivos más valiosos que en el pasado tuvo Tinajo, el tabaco, también está íntimamente ligado a América. Fue Don Bartolito Bethencourt, el mismo que levantó la señorial «Casa de Don Ezequiel», el primero que cultivó el tabaco en Lanzarote, después de haber emigrado a Cuba, de donde regresó con bastantes pesos y suficientes conocimientos de la planta. La Vegueta se cubriría de plantaciones de tabaco hasta erigir, se en el símbolo del municipio para otros pagos y visitantes. Seguramente no es casualidad que la iglesia que utilizaran los Vegueteros, que no tenían ermita, fuera la de Yuco, bajo la advocación de nuestra Señora de Regla, llevada por los andaluces a América. La misma denominación de Yuco, apunta a una masculinización de la liliácea tropical, conocida por los indianos isleños en sus trasiegos de ires y venires.

Es difícil resistirse, al hablar del pasado de Tinajo, a referirse al cura más emblemático con que ha contado, Don Tomás Rodríguez y Romero, aunque para la memoria colectiva del pueblo quedara simplemente como Don Tomás, el cura de Tinajo. El caballero que sobre famélica yegua se paseaba toda la parroquia visitando a los enfermos o recorriendo sus fincas. Fue cura, pero también fue un improvisado galeno y estupendo economista. Llegó a Tinajo dispuesto a desmenuzar, con arrojo y valentía, el problema agrícola. Fue el primero que realizó, en sus propias fincas, las novedosas experiencias de enarenados. Demostró a sus feligreses que las tierras cubiertas de arenas contenían una riqueza agrícola inmensa. Magnífica es la descripción que de él realiza Agustín Espinosa:

“Tomás Romero sonríe, manotea al aire. Tuerce su sombrero sobre la oreja derecha, sobre la oreja izquierda. Inflama la pipa en cada aspiración. Sus frases tienen música en los extremos. Cada una de sus tres vidas anteriores aparece y desaparece en cada momento. Su vida actual la procenia a ratos en el traje. Dentro de Tomás Romero pope hay un cura, un chantre, un sacristán y un monago. Los cuatro personajes hacen mutis y entradas deliciosas”.

La Vegueta, La Santa, El Cuchillo, Tinguatón y Mancha Blanca. Partes definidas de un mismo municipio que, no obstante, encuentran aquí, en este lugar y en esta Ermita sus esencia espiritual, que se proyecta no ya sólo sobre Tinajo sino sobre toda la isla de Lanzarote, bajo el mandato de la Virgen de los Dolores, que simboliza el dolor y la esperanza, los dos ejes que enmarcan el desarrollo del pueblo conejero.

La Ermita de los Dolores, con su peculiar y sobria arquitectura posee el carisma especial de las cosas hechas con ilusión. Esta sola nave de reducidas proporciones, sustentada por sus contrafuertes exteriores, constituye un material básico para nuestra cultura y nuestra forma de conocer y sentir el mundo material y espiritual.
Mancha Blanca, la ermita, y la Advocación a Nuestra Señora de los Dolores es¬tán, como tantas otras cosas en la isla, íntimamente relacionadas con la historia del pueblo y la acción del volcán.

Durante las erupciones volcánicas acaecidas entre 1730 y 1736, un brazo de lava, impetuoso y voraz, avanzaba sobre Mancha Blanca y Tinajo, procedente de los crá-teres de las Quemadas. La población estaba desolada; unos animales corrían despavoridos hacia la costa, otros morían asfixiados al respirar los gases tóxicos.

Por aquel tiempo había terminado de dar misiones en Tinajo el misionero franciscano, Padre Guardián. El misionero había recomendado al pueblo que en sus prédicas se acogiera a la protección de la Virgen de los Dolores, cuya fiesta había concedido el Papa Clemente XII a España, celebrándose por primera vez el 15 de septiembre de 1736. En abril de ese año, cuando las lavas de las Quemadas amenazaban con invadir el poblado, el Padre Guardián, convoca y calma a los moradores para organizar una rogativa portando el cuadro de Nuestra Señora de los Dolores que se encontraba en la Iglesia de San Roque de Tinajo. La procesión se situó en la montañeta de Guiguan, donde prometieron erigir una ermita a la Virgen si Ella lograba detener el volcán que arrasaba los lugares conejeros. Es ese el momento en que un individuo anónimo, abrazado a una cruz de tea, se adelanta aproximándose a los vómitos de lava y la clava en el suelo. Cuando el río incandescente llega a la cruz, inexplicablemente, deja de fluir. Los gritos de ¡Milagro! surgieron inmediatamente. Días después las erupciones cesaron.

Las promesas hechas a la Virgen quedaron sin efecto tan pronto como llegó la calma a la isla. Cuarenta años después se produciría otro hecho que marca de manera profunda la religiosidad popular y la devoción mariana.

La pastora Juana Rafaela Acosta, relata a sus padres como mientras cuidaba el rebaño se le acerca una señora enlutada que, tras saludarla, le revela:
«Ve y diles a tus padres que cumplan los vecinos la promesa de construir la ermita, pues de lo contrario correrá el volcán de nuevo».

Discurría el año 1774. Los nueve años de la niña debieron contribuir para que sus padres no la creyeran. Días más tarde el encuel1tro de la niña y la señora enlutada se repite, pero esta vez le coloca la mano sobre el hombro, diciéndole: «Ve, ahora te creerán». La sombra de la mano en el hombro, es motivo para que se traslade junto a sus padres a la Villa de Teguise. Los clérigos de la Villa no encuentran otra respuesta que el milagro.

La devoción a la Virgen de los Dolores corrió por la isla como un reguero de pólvora encendida. Mancha Blanca se convierte en un centro de romería y peregrinación, hasta el punto que hubo de construirse, aneja a la ermita, una Casa santera y de Peregrinación. Todos aportaban limosnas para el culto y conservación del edificio, bien en dinero, en especies o cediendo terrenos.

En 1824, la furia del volcán se deja sentir nuevamente. Esta vez, el que se encuentra entre Tao y Tiagua, el Volcán de la Capellanía del Clérigo. Las rogativas se encaminan nuevamente hacia el Santuario de la Virgen de los Dolores, procesionando la imagen por el camino de Guiguan hacia la Vegueta, por Tinajo, Tajaste, Mancha Blanca y Tinguatón.

En los primeros años del Siglo XIX las paredes de la iglesia se rinden. La vieja edificación está en declive y el4 de noviembre de 1849, el Obispo Buenaventura Codina y Augerola manda reconocer la ermita y trasladar la imagen con todo lo de más valor existente a la Iglesia Parroquial de Tinajo, siendo el mismo obispo quien declare, en 1850, el estado ruinoso del Santuario de los Dolores.

Durante diez años una Comisión pro-santuario recorre la isla recaudando fondos para su reconstrucción. Los contratistas Trías y Sierra se encargarían de la obra del nuevo templo, siendo nuevamente abierto al culto en 1861.

En el siglo XX, la Virgen milagrosa de Mancha Blanca fue proclamada como Señora de los Volcanes. Las romerías que conmemoran angustiosos días del pasado constituyen una manifestación de fe y fervor, pero también de esperanza. Alrededor de la ermita miles de personas se conglomeran para celebrar esa creencia y manifestación cultural que se ha transmitido de padres a hijos. Caminando, en burros, en camellos o en coche, la peregrinación y la festividad en torno a la Virgen de los Volcanes consti-tuyen una explosión de alegría, de solidaridad y de intercambio, entre los conejeros. Parrandas y timples; ventorrillos y vinos de La Geria, contribuyen a lucir la manifestación popular.

A todos los visitantes acoge Mancha Blanca y Tinajo, este pueblo constituido por casas bajas, chatas, vestidas de blanca y armoniosa cal. A nosotros, como a la ma¬yor parte de visitantes que ha tenido el pueblo, dos aspectos de su configuración nos sobrecogen. De un lado las palmeras, que, como comenta Agustín Espinosa, esconden su orientalismo mítico para descubrir el tema horizontal de las higueras y los viñedos. De otra parte, las chimeneas de Tinajo, ese remate a modo de bulbo de cebolla; esas lobulaciones de la edificación que nos hace parecer que estamos en una aldea de Oriente Próximo o en el paisaje urbano de Fez. Palmeras y chimeneas nos hechizan, nos transportan hacia un mundo oriental y Bizantino. La cúpula representa la ligereza; la suavidad circular; la perfección de la curva que contiene y es contenida. Se manifiesta la espiritualidad en la armonía del aspecto bulboso, cual útero que contiene y protege la vida futura.

Desde el respeto y el reconocimiento a la capacidad de superación de los habitantes de este pueblo; desde el respeto a sus creencias y costumbres; desde el equilibrio y la esperanza necesaria para afrontar el futuro, queremos desear unas felices fiestas a los habitantes de Mancha Blanca, de Tinajo, y por extensión de toda Lanzarote. Y queremos hacerlo, refiriéndonos, para terminar, a un poema de Guillermo Topham dedica a Nuestra Señora de los Volcanes y que dice así:

«Bañada por la luz de mil amores
-entre lava y espuma de volcanes-
brotas como una flor, llena de afanes,
¡Oh, Virgen milagrosa de Dolores!
Cantos de paz y besos de ternura
se clavan como espinas en el cielo,
para llevar la gloria y el consuelo
al triste padecer de tu amargura.
Y cuando el sol levanta su mirada
llena de fuego y paz, en la alborada,
y el rumor de la arena se hace viento,
todos te cantarán cantos de amores:
las huertas, el volcán y hasta las flores
que perfuman de luz el firmamento».

A todos los del lugar y a los visitantes deseamos unas muy felices fiestas en honor de Nuestra Señora de los Dolores, en armonía y solidaridad, con la esperanza en el futuro que nos permite un pueblo sereno, trabajador y equilibrado. Un pueblo que ensambla, con llamativa serenidad, realidad y espiritualidad.

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