Pregón de Mancha Blanca 2001

POR  CARMELO GARCÍA DÉNIZ

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 En los tiempos en que vivimos es necesario, al menos gratificante, buscar ángulos desde donde percibir la realidad lanzaroteña sin que acudamos a laceraciones y martirios. Lo que me planteo es buscar desde donde mirar y observar la isla, con todo lo que ésta contiene: sus habitantes, visitantes y posibilidades futuras.


Un buen mirador será, sin duda, este lugar y estas fechas. Sencillamente porque desde donde miro hay un buen número de lanzaroteños apostados, mirando también. Es decir, contemplando una misma visión y, por tanto, compartiendo las mismas esperanzas y los mismos destinos.
Aquí en Dolores, al soco y al calor memorístico del último rescoldo del volcán, una multitud de personas se reúne para compartir diversas cosas. Unos entregan su fe, otros la devoción a la virgen que adquiriera el nombre del origen de esta tierra. Hay quienes comparten la alegría del encuentro con tal pasión que contagian al resto y, entonces, el encuentro, se convierte en celebración magnífica e inolvidable; algunos van de un lado a otro cargados de sonrisas, repitiendo, como un eco, las canciones que escuchan mientras hacen su camino.
La multitud no es, en este caso, un caos, sino un solo cuerpo que se expresa en diferentes claves o direcciones. Pertenecer a ella es obtener las ventajas de la nueva dimensión que se percibe desde lo colectivo. Así, mirar desde la multitud es mirar desde el respaldo y desde una posición de fuerza. No es esta, evidentemente, una multitud fanática ni fundamentalista, sino celebrante, alegre, regocijada en su pertenencia al mismo tiempo que en su anfitrionismo, sus deseos de agradecer, agradar y compartir. Una fórmula colectiva de invitación al gozo. Miles de personas incendiadas por una catarsis que expulsa de ellas lo nocivo y las convierte en seres positivos, dados a la generosidad, sanos y dispuestos a la solidaridad.
Mirar hacia Lanzarote desde esa perspectiva es además plan¬tearse un compromiso de participación en el rediseño de la isla. Obligándonos a ser parte activa de su construcción.
Esta isla que nació hace millones de años del vómito profundo del planeta, como un regalo de la naturaleza, ha de ser cuidada y protegida para que en ella podamos seguir dándonos a la vida y a los hábitos que constituyen nuestra esencia cultural y social. Hemos de tener siempre a la vista las posibilidades de futuro, sin interrogantes, sin dudas, porque de no ser así estaríamos hacien¬do un mal negocio. Tenemos que ser como el pescador que en la noche camina por la estrecha senda del pesquero sin apartar su oído del canto del mar. Él sabe que cuando deje de oír la canción de las olas, probablemente se estará perdiendo en el malpaís.
Así nosotros no debemos apartamos ni un segundo de nuestra obligación como vigilantes celosos de nuestro futuro, pues gran parte de lo que quiera que poseamos se lo debemos a nuestros antepasados y es el legado que debemos dejar; sin disculpas, a las generaciones venideras.
Inmersos en esta celebración, en honor a Nuestra Sra. de los Volcanes, nos damos cuenta de que nos celebramos a nosotros mismos, que es nuestra propia onomástica como pueblo y que a partir de ese convencimiento todo se convierte en familiar comparto el pan con un desconocido y lo integro en mi ámbito familiar y afectivo. Tal vez dentro de una semana, pasado ya el tiempo de la fiesta, nos encontremos en la calle y nos saludemos, nos preguntemos por la familia y nos interesemos sobre la salud, porque existe un lazo invisible que nos une, un cordón cuya fuerza sólo es medible con el afecto.
Los flujos positivamente contagiosos de las fiestas inauguran en nuestras vidas nuevos espacios y situaciones que permanecerán intactas en nuestra memoria, así aumenta nuestra fortuna humana, nuestro particular tesoro de la amistad.
Mirar desde la celebración de estas fiestas es comprobar que las mismas tienen un propósito múltiple. Que sirven no sólo para adentrarse en los caminos del alma sino, entre otros objetivos, adentrarse también en la confirmación de la pertenencia a un espacio cultural. Así, podemos atestiguar que el único de los mila¬gros de Nuestra Señora de los Dolores no ha sido desviar o parar el río de lava, sino despertar en nosotros el interés por los demás, creando un espacio y un tiempo para la reafirmación de nuestra comunidad. Un canto a nosotros que, tal como se ha venido ha¬ciendo no es para nada excluyente, pues junto a nosotros siempre ha habido un buen número de visitantes, algunos de lejanos países, con los que hemos compartido la festividad y nuestro carácter abierto y hospitalario.

Mi vinculación a estas fiestas, como muchos saben, por mi cargo de consejero de Educación y Cultura del Cabildo, tiene que ver no sólo con la parte celebrante, es decir, la del común de los lanzaroteños que anualmente se acercan al santuario de Nuestra Sra. de los Dolores, sino también con la parte organizativa, especialmente en la vertiente de los actos relativos a la Feria Insular de Artesanía que, desde su inicio, buscó, para crecer y consolidarse como una de las ferias más importantes de Canarias, el soco de esta bien amada celebración. Así que durante algunos años me cabe el honor de haber tenido, y estar teniendo, una doble vinculación con estas fiestas y con el municipio.
La Feria Insular de Artesanía es uno de esos eventos que también merecen pregón, pues ha venido consolidando un espacio cultural y social importante. Como vehículo de exposición y manifestación de hábitos y aportes preindustriales la Feria juega un papel fundamental en la definición identitaria de nuestro pueblo. Gracias a ella se han rescatado objetos y quehaceres que parecían olvidados o perdidos. Como celebración y espacio ha posibilitado una nómina interesante de artesanos y artesanas.
La artesanía es la solución humana a las labores: Los útiles salidos de la pericia de las manos y el conocimiento adquirido durante generaciones están diseñados ajustándose a las necesidades, aprovechando materiales inmediatos, cercanos. De esta forma todo cuanto tiene que ver con la producción artesanal, tiene que ver con el territorio, con la información que el tiempo y las gentes han venido acumulando y con el uso racional de los recursos. Podemos afirmar categóricamente, que la artesanía es la medida del ser humano en el campo del trabajo y en el de la utilidad, así como el arte es su medida en el campo espiritual.
Tinajo, este suelo transformado en residencia permanente del prodigio, es uno de los municipios de Lanzarote que ha sabido salvaguardar la esencia de la entrega, pues sus tierras, difíciles de roturar, han sido elevadas a la condición de fertilidad, gracias a las manos y los sueños de hombres y mujeres que han hecho de estos páramos un lugar para la vida. En cada llano salpicado de piedras, en cada río de lava, los campesinos y campesinas han ido entregando su fuerza y sudor hasta hacer brotar de tierras quemadas el canto verde de los vegetales.
Las islas o los islotes, tierra antigua, rodeada de la ferocidad volcánica, han sido los campos de cultivos más espléndidos. Las cosechas obtenidas en estas parcelas la forman sabrosos frutos, a los que la condición más extrema de lo secano los ha enriquecido para el paladar, no habiendo frutas más deliciosa que éstas, hechas de sol y del rocío. Pues la tierra ha aprendido a beber del agua que el aire posa levemente sobre su superficie cada noche. Por el oeste, una costa abrupta y cortante se enfrenta al océano. Aquí y allá crea entrantes y salientes que se erigen como engranajes de la maquinaria náutica movida por la fuerza sin igual del viento. Sobre erizada laya el mar se vaporiza transformándose en cuna de imprevistos arco iris. El mar de Tinajo contiene dos orillas, diferenciadas por la antigüedad de las erupciones, calas con cierto remanso, costas bajas de negro y ocre y zonas como las anteriormente descritas donde el mar parece querer habitar la isla entera y se agolpa violentamente contra el negro volcán.
La arquitectura popular de Tinajo en el pasado se caracterizó por una manifiesta austeridad, pequeñas casas a las que se adosaban chozas de piedra. Pero destaca este modelo constructivo en la isla, sobremanera, por su aportación de chimeneas de elegante factura oriental. La mayoría de las casas poseía chimenea abulbada que semeja una cúpula bizantina. Este modelo se ha esparcido por la geografía de Lanzarote hasta convertirse en un símbolo inequívoco de la isla. La chimenea «bizantina» aparece en casi todas las ediciones relativas a Lanzarote y no hay guía turística en la que no tenga un papel gráfico relevante.
Entre dos mundos se asienta Tinajo por el naciente la dinámica del jable y por al otro lado la estática del volcán respaldada contra el mar. Negro y oro y azul parecen la heráldica territorial de este municipio. «Tinajo está enclavado entre el Atlántico, el desierto de Sóo y la infernal región de Timanfaya», nos dice Agustín de la Hoz en su obra «Lanzarote». Tras la calamitosa erupción de 1730 se necesitó muchos años para que Tinajo se colocara en la parrilla de salida hacia un mínimo bienestar. La solución vendría de la mano del descubrimiento de los enarenados, invento que se dice tuvo lugar por primera vez en tierras de este municipio. La ceniza volcánica, antes satanizada, adquiere ahora una calidad de bendición sin igual en la historia agrícola de Lanzarote. La escoria va mitad a desde el centro oscuro de la tierra iba a convertirse en un multitud de pequeñas aljibes que retienen la frialdad de la noche convertida en minúsculas gotas de agua.
Pronto Tinajo destacó en el paisaje agrícola insular como la zona tabaquera más importante de la isla y la maleza desaparece ante el empuje de la fertilidad de los enarenados. El hombre y la mujer de estas tierras comenzaron entonces a ganarle la batalla una naturaleza enemiga y, sin descanso, la domeñaron hasta convertirla en aliada y lo que es relevante en belleza. Pues ahora los campos sujetos a la arquitectura humana para la agricultura, y aún yermos, exhiben ante nuestras miradas la belleza rotunda del origen de la isla y de la vida. Como cuando alzadas desde el fondo del océano nació lo que hoy en todo el mundo se conoce como Canarias.
Tinajo y sus gentes conocen del volcán y de los sacrificios para arrebatar frutos a la tierra. Conocen de la necesaria entrega a lo divino para recabar la protección ante la catástrofe. Así que saben acerca de cada uno de los mecanismos que hacen que un pueblo exista y mantenga vivo su destino, haciendo, cada día, labor para que el futuro sea una realidad alcanzable. En este sentido habría que recordar que lo más fácil hubiera sido huir de la costra dura y terrible que había debajo el volcán y buscar otros suelos más generosos, más aptos para ser trabajados, pero el destino no lo dise¬ña necesariamente la comodidad. Por lo menos en el caso que nos ocupa, el destino de las gentes de Tinajo fue enfrentarse a la fatalidad y salir triunfantes de la batalla.
Respecto a la función que hoy nos convoca, es norma que el pregonero de unas fiestas entregue algunos datos históricos del evento que demanda dichas celebraciones. En este sentido he de decir, y es conocimiento de todos, que se ha hablado mucho y documentado fehacientemente todo lo relativo al origen de esta onomástica. Sin embargo, en muchas ocasiones se nos pasa por alto, o no le dedicamos tanta atención, el papel de Nuestra Señora de los Volcanes en la erupción de 1824, pues, como es bien sabido, nuestra virgen de los Dolores ha tenido una presencia crucial en estas dos catástrofes naturales, en la mencionada y en la que da carta de naturaleza a esta celebración, la erupción de 1730 al 36.
En este sentido me gustaría incorporar a este pregón de manera íntegra el texto remitido por don Juan Nepomuoeno Montesdeoca al periódico El Guanche y que fue publicado el 30 de marzo de 1859, pues considero de interés el documento ya que dimensiona grandemente el papel de las creencias y reafirma la advocación a la virgen. Ha de observarse, sin embargo, cómo el autor del relato trata con mayor notabilidad la erupción de 1824, cuestión nada extraña si tenemos en cuenta que él lo escribe cuando apenas han transcurrido 35 años de la catástrofe y el fenómeno está aún vivo en su memoria y en la de sus coetáneos, formando, probablemente, parte de los temores más inmediatos y de las conversaciones cotidianas entre los lanzaroteños. Sin mayor preámbulo paso a leerles el artículo:
«Donde menos se piensa encuentra el hombre testigos que en alta voz proclaman las maravillas del poder y de la gracia del Señor; monumentos que en mudo pero elocuente lenguaje, repi¬ten Digitus Dei est hic; que recuerdan sucesos que se necesita
tener muy poca fe para no mirarlos como milagros. Tales consideraciones no puedes menos de hacer el que visita por primera vez la ermita que bajo la advocación de N. S. de los Dolores está levantada en esta isla en un solitario, junto a la negra lava de un volcán, jurisdicción de la parroquia y pueblo de Tinajo. Ella trae a la memoria dos hechos sobrenaturales: dos volcanes que se apa¬gan suspendiendo instantáneamente su voracidad; uno en 1730, y otro en 1824.
»El primero está consignado en estos términos en el archivo de dicha Parroquia. «En las erupciones volcánicas que se sucedieron en esta isla en el siglo próximo pasado por los años de 30, y que se repitieron por 7 años continuos, habiendo cautivado tantas po¬blaciones con sus campos y amenidades, no dejando a la vista sino horribles espectáculos, y desiertos espantosos, viniendo un brazo de su lava á tomarse este Pueblo, sus habitantes llenos de un buen fundado temor, escarmentados en las desgracias de sus vecinos y confiados en la grande misericordia del Señor, y en la protección de la Santísima Virgen ordenaron una procesión de penitencia y llevando en ella una imagen de la madre de Dios con el título de Dolores, salieron al encuentro a este poderosísimo enemigo que con rapidez y osadía se acercaba á sus confines y habiéndole encontrado. Y en el acto hécholes un religioso que les acompañaba, un breve exhorto prometieron a Dios si les libraba de aquella desgracia que ya miraban como inevitable, erigir en aquel mismo punto un templo en honor de Na. Sª. de los Dolores, fijando por término á la laya una cruz lo más inmediato que el calor se lo permitió. El volcán respetó aquel adorable simulacro, parando su carrera, dejándoles en paz y perdonando todas sus inmediaciones. Los vecinos cumplieron su promesa y desde entonces este templo ha sido el de más devoción y concurrencia de toda la isla.» Esta noticia fue extendida; puesta á principio del presente siglo.
Pero fue más notable el volcán que reventó el 31 de Julio de 1824 en las inmediaciones de Tao y Tiagua y que pasó así: En una pequeña llanura plantada de maíz después de un ruido subterráneo y estremecimiento de la tierra, se abrieron tres bocas ó cráteres de un volcán que entre llamas y espeso humo arrojó primero gran cantidad de piedras y arenas y enseguida tres brazos de ardiente lava, que reuniéndose formaron un río de fuego que amenazaba devastar dichos caseríos y el inmediato Pueblo de Tinajo atendido su curso e inclinación del terreno ..
»En tal conflicto, recordando el antiguo prodigio, confiados en la intercesión de la Madre de los afligidos, la llevaron procesionalmente á aquel punto y, oh portento! apenas se presenta la imagen cesa de avanzar la lava; y para que el milagro fuera más patente la erupción no concluye; el volcán continúa vomitando lava que corre sobre la primera pero sin traspasar el límite que marcara el Señor aplacado por los ruegos de María; así se detiene cual si un dique se hubiera interpuesto á su corriente.
»Escúchese al fin un rugido espantoso, y el volcán concluye arrojando una porción de agua que extingue completamente el fuego devorador. Pero  ¡ah! la naturaleza que había sido como violentada en sus leyes; no podía detener por más tiempo las materias inflamadas que estaba dispuesta a vomitar; y si por allí no le: era permitido había de buscar otra salida. En efecto, a los pocos días junto a la orilla del mar, revienta el volcán y su lava penetra en el océano sin causar otro daño que la muerte de multitud de peces que luego se encontraron en aquellas playas. Con este motivo cada aniversario se celebra unas fiestas anualmente el 31 de julio á la que acuden los fieles de todos los pueblos de la isla.
»Esta ermita que estaba amenazando ruina acaba de ser reedificada con mayor capacidad y elegancia con las limosnas de los fieles bajo la dirección de D. Francisco Frías, y el día 18 de noviembre último después de una solemne función celebrada en la Parroquia de Tinajo, donde la imagen ha estado recibiendo culto unos 7 años, fue conducida con toda pompa a su Santa casa en medio del fervor y entusiasmo de una concurrencia numerosa. La imagen se detuvo a la entrada de la Ermita, y junto a ella se levantó un púlpito desde donde el acreditado orador canónigo de la Catedral de Tenerife. D. Telesforo Saavedra, que a la sazón se hallaba en la isla, pronunció un elocuente discurso alusivo al asunto. Colocada ya la imagen en su Altar se cantó un te Deum de acción de gracia y por último la salve de Na. Sª.».
Hasta aquí el texto del Sr. Montesdeoca que he considerado leer por ser éste un documento preciso sobre la doble intervención de Ntra. Sra. de los Dolores en los dos momentos más angustiosos de la historia de la isla y que viene a explicar, a mi juicio, la devoción que le profesan los lanzaroteños.
El hombre y la mujer del agro insular heredaron el espíritu combativo de la Virgen del Volcán pues también ellos aprendieron a enfrentarse a las aristadas y negras rocas para hacer huecos a los cultivos y que la tierra donase su potencial de fertilidad, siendo para todo el que la contempla un auténtico milagro que de la quemada tierra o del aparente estéril jable y, pese al azote constante del viento, los brotes vegetales conformen cosechas y den excelentes, jugosos y aromáticos frutos y que de sus panas, agazapadas entre hoyos y socos, se obtenga preciado vino.
Así cada vez que nos congregamos en este paraje debemos recordar el dantesco espectáculo del fuego devastador, el milagro de la fe y el milagro de que Lanzarote haya renacido de esas cenizas por el tesón y el espíritu de supervivencia de los hombres y mujeres de esta isla.
Cuando dije, al principio de mis palabras, que es muy importante buscar un sitio desde donde mirar colectivamente, lo dije con el propósito de que ese mirar contuviera los mismos valores de firmeza que una oración. Es muy probable que en la isla estemos pasando por tiempos confusos. Hay voces que hablan sobre la necesidad de resguardar los valores de identidad y, especialmente, los valores ambientales del territorio así como su capacidad para hacer frente al crecimiento desorbitado que está teniendo la isla. Creo que nos ha llegado el tiempo de congregarnos, de pedir y pedirnos a nosotros mismos el milagro de ser aptos para compartir las palabras y las ideas que nos lleven a buen puerto y salven a lía isla para el futuro.
Es tiempo de celebración y de no olvidar qué es lo que estamos celebrando, pues de ser así la fiesta sólo sería una algarabía, un griterío de voces y canciones sin ningún sentido. Una especie de locura que nadie entendería. Así que, como pregonero, tengo la obligación de recordarles a todos que celebramos la fuerza de nuestras creencias y la capacidad de la tierra para ser regenerada, a partir de ahí valgan todas las canciones y las alegrías.

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