Pregón de Mancha Blanca 2009

POR  MIGUEL ANTONIO LANTIGUA BARRERA

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 El pregonero de una fiesta ha sido siempre el que anuncia en alta voz las actuaciones y festejos a realizar. Hoy, cuando los medios de comunicación nos facilitan el llevar cualquier noticia a todos los rincones de nuestro mundo en cuestión de segundos, cuando estamos en la cultura de la televisión, del TDT, del móvil, de Internet, del correo electrónico, me pregunto ¿qué sentido tiene ser pregonero de una fiesta?

Permítanme dar una nueva perspectiva, tal vez muy personal, al oficio de pregonero hoy: «el pregonero es el que recuerda, evoca y aviva el sentido más profundo de nuestra fiesta». En este pregón intento recordar acontecimientos, ya de todos conocidos, pero que conviene traer a nuestra memoria de mayores y grabar en la de los niños y jóvenes que comienzan a iniciarse en el conocimiento de los hechos históricos de nuestro pueblo y de nuestra Isla. Pero también avivar el sentido más profundo con el que intentamos actualizar costumbres y tradiciones del pasado.

Investigamos en la historia para descubrir lo que nuestros mayores hicieron e intentamos traerlo a nuestro presente pero nos olvidamos de recoger las motivaciones y los sentimientos con los que ellos lo hicieron y que dieron origen a estas tradiciones, fiestas y costumbres.

Resulta interesante y hermoso imitar las costumbres de antaño pero también es de justicia hacerlo con el corazón con el que nuestros antepasados las vivieron.

Recordemos el pasado: Un volcán, un mar de lava, pueblos dormidos en la tranquilidad son arrasados y el miedo cunde en los vecinos de este pueblo de Tinajo. Unos hombres y mujeres, que sumidos en la impotencia y el miedo, sin los recursos de la ciencia y la tecnología, recurren a su única arma de defensa: su fe. Ellos solo podían confiar en la intervención divina. Creen y luchan, temen y confían.

Como siempre, hay una madre a la que acudir: es la Virgen de los Dolores. Corren en su búsqueda y la acercan a la frontera del peligro. No tienen miedo, les fortalece la fe y la confianza. Una cruz ahí clavada es signo de un hecho que marca la historia, la fisonomía, el futuro impensable de esta Isla.

Lanzarote aún huele a fuego y lava, arde y quema. Es la Isla de los volcanes, es la Isla negra por el rofe de sus enarenados, verde por la fertilidad de su tierra, y blanca por el trabajo de su gente.

Tinajo y sus alrededores es el pueblo salvado, el pueblo agradecido.

Posteriormente lo fue Tao y Tiagua. Desde entonces Mancha Blanca es cuna y santuario de fe y de historia.

Son rigurosamente históricos estos acontecimientos que tuvieron lugar a mediados del siglo XVIII. Las erupciones volcánicas de 1730 – 1736 marcan la historia, la vida y la fe de nuestra isla. Lanzarote comienza a ser tierra de fuego, la Isla de los volcanes. Por eso, su Patrona, la Virgen de los Dolores es también la Virgen de los Volcanes. Su imagen de tez morena marcada por el fuego y la ceniza, con mirada acogedora y llena de ternura, con lágrimas de dolor y sonrisa de cariño, está siempre ahí, en su santuario, para que podamos seguir acudiendo a ella.

No solo recordemos la historia, también avivemos los sentimientos, los que tuvieron nuestros mayores, los que ellos nos transmitieron. Son, sobre todo, sentimientos de fe y de agradecimiento. La fe de aquellos hombres y mujeres, mayores y niños hizo posible aquel acontecimiento que en estas fiestas recordamos. Una fe arraigada en el corazón y en la vida, la fe que les unía y celebraban. Una fe sencilla y fuerte, fe que se respiraba en cada familia, en cada pueblo.

Desde entonces la imagen de la Virgen de los Dolores traspasó los muros de su Ermita para adentrarse en cada casa: «No hay parroquia, no hay ermita, no hay salas de ricos ni casas de pobres donde no haya una imagen dolorosa». Dos fechas empezaron a concentrar en este lugar a los hijos de esta Isla:

– El 31 de julio en la llamada fiesta o función del Volcán. Es un día de agradecimiento y de promesa. Los vecinos de Tao y Tiagua, ante una nueva erupción del volcán, ven la posibilidad de ser arrasados por la lava que se dirigía hacia ellos. Acudieron a esta Ermita de la Virgen de los Dolores pidiendo su intervención. Recordaron el pasado y confiados pidieron un nuevo milagro. La lava se desvió y quedaron libres de peligro.

Agradecidos por este nuevo favor prometieron celebrar una función en acción de gracias cada 31 de julio. Es una fiesta más silenciosa y de carácter religioso.

El 15 de septiembre, fecha en la que la Iglesia celebra la fiesta de los Dolores de María. Es la fiesta que condensa la devoción, la fe y el cariño de romerías. En este Santuario brota del corazón y de los labios la oración y la suplica, la lágrima que expresa y comparte el dolor a los pies de la Madre y el agradecimiento por el favor alcanzado de cada peregrino.

Son también días de encuentro, de alegría, de canto y de baile, de timple y ventorrillo. Se huele a vino y a adobo. Valoramos la artesanía de nuestra tierra y renovamos el folklore que une a todas las islas del Archipiélago.

Hay alegría y fiesta.

Pero la devoción a la Virgen de los Dolores no es solo en los días de su fiesta. Está impregnada en el alma de conejeros y foráneos. La plaza de Los Dolores es parada obligatoria del campesino, que a la ida o a la vuelta de su trabajo en el campo, para a visitar a su Virgen de los Dolores. Solo sabe balbucear alguna oración aprendida desde niño o tal vez le basta una mirada agradecida por su vida y de súplica por el futuro de sus siembras.

Fui testigo de personas que cada viernes del año, muchas a pie, llegaban desde el Cuchillo, la Costa, la Cañada, la Laguneta a rezar a la Virgen. También los de Tiagua, Muñique y Las Calderetas.

Para los marineros llegados de la mar, para los que vivían fuera de la isla era obligada la visita a su Virgen de los Dolores. También las mujeres prostituidas del Puerto acostumbraban a venir en taxi a traer un hermoso ramo de flores o a bautizar a sus hijos. Aún conservo en mi memoria rostros de muchas personas que, viernes tras viernes, nunca faltaban a la cita.

Sin duda, ha sido este pueblo de Tinajo el que ha conservado y avivado la devoción y la historia de la promesa que hicieron aquellos vecinos desesperados ante la amenaza de ser destruidos por la lava. No en vano, en un documento antiguo, localizado por D. José de León Hernández, en el que citando una reunión que los vecinos de este pueblo tuvieron el 1 de abril de 1735 podemos leer que son ellos quienes «eligen y nombran por especial protectora y Patrona de este lugar a la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Señora Nuestra, con el venerabilísimo título de los Dolores…para que libre este lugar y sus distritos de las ruinas del volcán…harán una fiesta a la Virgen Santísima en el viernes después de la dominica de pasiones…»

Es también de admirar y valorar como, en una sociedad secularizada, que intenta ahogar todo sentimiento religioso, no se ha apagado el fervor, el agradecimiento y el cariño a Ntra. Sra. De los Dolores. Mancha Blanca, cada día del año, sigue siendo lugar de encuentro, de súplica y de agradecimientos. Son todas estas personas las que siguen manteniendo viva la antorcha del agradecimiento y de la promesa hecha por nuestros antepasado a la Virgen.

Queriendo ser fiel a mi forma de entender la misión de pregonero en este momento me pregunto: ¿y ahora solo podemos hacer recuerdo de una historia pasada?; ¿una tradición de varios siglos puede quedar sin sentido en el hoy y en el mañana de la vida de este pueblo y de esta Isla?

Aún comprendiendo lo difícil y delicado que puede ser este reto, les invito a todos a preguntarnos si en nuestra Isla no están surgiendo nuevos volcanes. Si tras la lava solidificada que hoy sirve de contemplación y admiración de muchos visitantes de los más diversos países, no están en erupción otros cráteres que, como los de entonces, pero de distinto contenido y manera, pueden igualmente arrasar la vida de nuestra isla.

Volcanes, sí volcanes que nacen de los efectos negativos de los cambios de nuestra sociedad del bienestar, de ciertos avances de la técnica y de un ritmo de vida sin silencio ni reflexión, sin valores ni principios, sin auténtica búsqueda de la Verdad.

¿No es acaso fuego y volcán, la droga que quema la vida de tantos adolescentes y jóvenes? ¿No es lava arrasadora del amor en su sentido más profundo, el egoísmo, el materialismo y la violencia? ¿No arde en nuestra Isla la realidad económica, laboral y política? ¿Acaso no es tierra quemada la realidad de muchas familias desestructuradas, de niños marcados por una educación sin criterios y sin valores? ¿No somos victimas de un materialismo, de un consumismo que impide que nazca una vida más solidaria?
Como bien decía el anterior pregonero de esta, fiesta: «el pregón es una llamada a celebrar la fiesta, desde el recuerdo de sus orígenes. Pero también es un canto al presente y ha de ser una llamada jubilosa y esperanzada al futuro»

Quiero que este pregón, sobre todo, evoque la esperanza y la ilusión por un futuro mejor para nuestro pueblo y para esta Isla. Ciertamente la cultura del odio y la violencia hacen hoy poco creíble la esperanza. Por eso recordamos rememoramos, evocamos el pasado no como simple recuerdo, desde la nostalgia sino con el deseo de aprender de él para surcar nuevos caminos en el hoy y el mañana. Necesitamos recordar que nuestra fe y devoción a la virgen de los Dolores también nos hace una llamada al compromiso de apagar todo volcán que destruya a la persona humana. El mejor camino para humanizar nuestro mundo es conocer y amar a Jesucristo, el hijo de María, seguirlo a El con una entrega generosa, alegre y testimonial. En la historia de Jesús, Dios ha manifestado para siempre su amor inagotable a toda mujer, a todo hombre.

Hacen falta hombres y mujeres que tengan hoy la valentía, como hicieron nuestros antepasados, de clavar una cruz, no de madera ni en tierra quemada, sino de fe, de justicia, de honradez, de lealtad en el corazón y la vida de todo lanzaroteño. Esto es ser fieles a nuestro pueblo. Necesitamos hombres y mujeres, mayores y jóvenes, que renueven la promesa de construir, como entonces, una ermita., no de piedra y barro, sino que sea santuario de un mundo más humano y más feliz. Repitamos las gestas del pasado, no solo las representemos en autos sacramentales. Recojamos los valores de aquella gente humilde y sencilla de nuestro pueblo para hacerlos vida en el hoy de una sociedad muy distinta, pero sedienta de vida.

La Virgen de los Dolores también hoy, cuando ve que sus hijos van perdiendo la fe, cuando se olvidan las costumbres y tradiciones cristianas, cuando pierden los valores fundamentales de la persona y de la convivencia, acude a nosotros para recordarnos las promesas de antaño, como cristianos o personas de buena voluntad.

Recordemos que también las promesas fervientes de aquella gente desesperada ante el terror de la lava quedaron pronto en el olvido. La Virgen, muchos años más tarde, en 1774 y en la Caldera de Guigua a aquella niña pastora, Juana Rafaela Acosta, le encarga que recuerde al pueblo la promesa olvidada de construir una Ermita. No le creyeron, solo la mano marcada en su espalda la hizo creíble según la leyenda.

¿No tendríamos que descubrir los signos de llamada que la Virgen nos hace hoy a todos y, en especial, a los hijos de este pueblo y de esta isla a ser fieles a lo que un día nuestros antepasados prometieron? Es fácil el recuerdo de la historia, pero esa historia es también compromiso para el presente.

¡Ojalá que Tinajo, Mancha Blanca, las fiestas del 15 de septiembre nos ilusionen, nos llenen de vida y nos comprometan a apostar por un mañana mejor!
Permítanme, antes de terminar, que movido por la nostalgia de mi pasado, y de aquellos años felices que compartí con ustedes (1974¬1980), estrenando mi ministerio sacerdotal, recuerde algunas anécdotas y personas del pasado.

Mi primer recuerdo, lleno de profundo cariño y agradecimiento, es para la Sra. Ángela Pérez Cabrera, mujer sencilla y de profunda devoción, cuidadora y guarda fiel de este Santuario. Heredó con ilusión de su abuela el oficio de santera y supo contagiarlo a sus hijas y nietas.

Hoy su familia, especialmente su hija María Dolores, siguen cumpliendo el deseo y la ilusión de su madre.

Recuerdo a la Sra. Nazaria que, enlutada cual dolorosa de mantilla y guantes negros, era la primera en llegar a misa cada domingo. El ruido de aquella pequeña luz de gas, que ayudaba de algunas velas, nos permitía ver en los días de invierno.

A Fernando y Pablo Pérez, Marcial Perdomo, Manuel Pérez y tantos hombres que estaban siempre ansiosos y dispuestos a llevar el trono en las procesiones.
También acudía en las solemnidades Sr. Manuel Rodríguez, sacristán y zapatero, a quien siempre recordaré con gran admiración y profundo cariño, para llevar el incensario y naveta. A mis monaguillos Marcial Toribio y Marcial Quintero que con apenas seis años y sin llegar al altar, vestido con sus túnicas blancas, ayudaban en misas y bodas. Recuerdo como le tiraban de la chaqueta al padrino de la boda si olvidaba la propina.

Y a Juan Ferrer que, como monaguillo veterano de la Parroquia, iba a pie desde la Plaza de S. Roque e iniciaba a estos pequeños en el oficio. Aún quedarán paños, manteles de altar y faldones trabajados con las manos y el arte de Paca Fernández, Sofía Duarte, Lourdes Medina y tantas otras manos.

En el atardecer del viernes y en el amanecer del domingo contemplaba a mujeres y niños, sobre todo de los barrios de Tajaste y Mancha Blanca, caminar lentamente a misa a los Dolores.

Son muchas las anécdotas, personas que recuerdo en el marco de esta plaza y este Santuario. Las fiestas de entonces, con menos medios y actos pero llenas de ilusión y de vida, de convivencia y de encuentro, de traje nuevo, función y procesión, eran la ilusión de todos. Nunca faltaron los ventorrillos de siempre, la verbena y la luchada. El 15 de septiembre era fecha señalada y referencia de acontecimientos.

Termino con mi agradecimiento más sincero al Sr. Alcalde y Corporación del Ayuntamiento de Tinajo por invitarme a ser el pregonero de estas fiestas de la Virgen de los Dolores. Tinajo ha sido, es y será siempre mi pueblo. No solo porque me siento orgulloso el ser Hijo Adoptivo de este pueblo sino porque a su gente les llevo muy grabadas en la memoria y en el corazón. Reconozco Que por razones de trabajo no les puedo visitar, como desearía, pero les confieso que siempre vivo y comparto el dolor y las alegrías de este mi pueblo de Tinajo y estoy dispuesto a compartir con ustedes, con la ayuda de la Virgen, la lucha por apagar los volcanes que surjan en nuestra tierra. ¡Que la virgen de los Dolores nos siga acompañando!

Gracias a todos por escucharme ¡FELICES FI ESTAS!

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