Por Agustín Cabrera Perdomo
Seño Fortunato era un viejo indigente que deambulaba por el Arrecife de los primeros años de la década de los cincuenta del pasado siglo. Los Moros Notables se sentaban en unos asientos colocados en la acera del Casino a tomar café. Justo, quien fuera barman del bar del dicho Casino, tiraba a la marea las borras de café y señor Fortunato las aprovechaba recogiendo las que quedaban en seco. Era este acto un claro ejemplo de la miseria imperante entonces en aquella época que muchas veces evocamos con nostalgia.
Señor Fortunato tenía fama de versador y cuando con sus borras recolectadas pasaba frente al Casino, uno de aquellos señores que pudo ser mi abuelo o el de alguno de ustedes, invitó al viejo Fortunato a que improvisara una copla y fue con esta que les cuento como complació los deseos de aquel representante de lo «mejorcito» de la sociedad arrecifeña.
Cuando será el día cuando,
que la fortuna se vuelva
que los pobres coman pan
y los ricos coman mierda.