Cuando el anticiclón de Las Azores establece su dominio indiscutible en su zona de influencia; nuestra isla en su vertiente Noroccidental se ve afectada por los llamados vientos Alisios, los cuales; unas millas antes de llegar a la isla de Alegranza después de su largo recorrido oceánico, condensan la humedad que obtienen del mar invadiendo el cielo de la mitad de la isla.
Son esos días en los que a nuestra lejana estrella le cuesta atravesar con sus rayos vivificadores esa barrera de espesos grises que como celajes a lomos de corceles desbocados; hoyan las cimas de nuestros cráteres prehistóricos, de esos celosos volcanes extintos que como impertérritos guardianes han sido testigos y son poseedores de arcanos secretos y de utópicas y tergiversadas leyendas como la de aquella famosa dama encaramada en una cueva del acantilado de Los Cuchillos, esperando el imposible arribo por aquellos revueltos mares del norte; del jabeque de bandera negra y calavera blanca que hacía ondear en su palo mayor nuestro particular y entrañable corsario a quien llamaron justa o injustamente Cabeza de Perro. Desde esas medievales grandezas de la Conquista hasta las humildes historias más recientes protagonizadas por gentes sencillas, donde personajes como los que nos van a ocupar y que son o han sido la excepción dentro de esa mayoría silenciosa, trabajadora y resignada de nuestra tierra y de sus avatares cotidianos, a ellas y ellos; estarán dedicadas éstas croniquillas que son solo pequeñas historias de andar por casa, pero que forman parte del tesoro popular y anecdótico de las vidas de muchos singulares conciudadanos vividas en hoy irreconocibles lugares, pero que dejaron un indeleble recuerdo en nuestras ya frágiles memorias. Con ellas quiero o más bien pretendo dejar constancia escrita de estos singulares y sencillos paisanos, de rincones y lugares y que con este quizás largo preámbulo he querido ubicar a nuestro primer protagonista en un ventoso día de nuestra primavera en la que los dichos Alisios, día tras día, semana tras semana e incluso meses, azotan con cierta violencia todos los rincones de la isla.