Fuente: XII Jornadas Lanzarote- Fuerteventura
La Fiesta y el Folklore de Lanzarote
Juan Antonio Betancor Brito
Manuel Ángel Fajardo Mosegue
Mercedes Robayna Betancort
Las peregrinaciones a los puntos de culto han sido importantes en Lanzarote, puesto que al igual que en otros territorios congregan a personas de zonas alejadas en torno a la celebración religiosa, reforzando así el sentimiento de identidad común, sentimiento destacado cuando se hace referencia a problemas que afectan por igual a esas zonas.
La importancia de las distintas imágenes, y la devoción de los distintos pueblos, fue variando en función de los problemas que sufría la isla. Así, la Virgen de Guadalupe fue la primera que disfrutó de una gran devoción por ser la primera que llegó, y por el hecho de ser la Virgen de los cautivos, circunstancia que padecieron muchas personas en las diversas invasiones de la isla.
Posteriormente, las epidemias, plagas de langostas y sobre todo la falta de lluvia trasladaron el fervor a la Virgen de las Nieves, cuyo santuario en las cumbres más altas de la isla quizá sea un recuerdo de la práctica aborigen de dirigirse a la divinidad en los puntos más elevados. Finalmente, tras las erupciones de 1730-1736 y especialmente tras las de 1824, la Virgen de más devoción ha sido la Virgen de los Dolores o de los Volcanes, hasta el punto de considerársela patrona de la isla, sustituyendo a la Virgen de las Nieves.
Un elemento importante de las romerías era el de carecer del carácter masivo, organizado y «folklórico» de hoy, cuando se adoptan ropas y hábitos que no tienen nada que ver con lo que se hacía, muchas veces sin saberlo, pero que sirven en cualquier caso para reencontrarse con una identidad en crisis. Lo cierto es que antes era más bien un acto individual realizado por quienes habían hecho promesa de hacerlo, llevándose a cabo en la víspera de la fiesta, con esa noche como momento cumbre.
(…)Por su parte, el origen de la romería a los Dolores, que empezó como peregrinación masiva desde todos los puntos de la isla, está en las ya mencionadas erupciones volcánicas de 1730-1736 y de 1824, comenzando su devoción tras estas últimas en base al supuesto papel milagroso de la Virgen a la hora de desviar y detener los ríos de lava en ambas ocasiones, siendo hoy la principal y el escenario donde mejor se puede observar la recreación de la identidad antes citada.
Relacionada con la Romería a los Dolores estaba la Fiesta o Día del Volcán, hoy desaparecida, que se festejaba el 30 de julio, y que llegó a ser más importante que la celebración de Los Dolores.
La única música presente en las romerías era la de las parrandas que se pudiesen organizar espontáneamente, aunque en la de Las Nieves ni siquiera estaban presentes, como tampoco había ventorrillos, que se instalaron más tarde, ya a mediados del siglo XX.
La gastronomía se caracterizaba por la elaboración, al menos en Tinajo, de sopas y pucheros por los Dolores.
Como se puede ver, a estos santos se les atribuía la capacidad de atender las plegarias, que en Lanzarote podían tener relación con falta de lluvias, plagas de langostas, epidemias o las erupciones. Por ejemplo, la falta de lluvia motivaba la realización de romerías desde Tiagua hasta Teguise, mientras que San Marcial y la Virgen de los Dolores gozaban de la devoción de la gente de la mar, ya que era a ellos a quienes los marineros les hacían promesas, que formalizaban me-diante exvotos a ambos en forma de reproducciones de barcos y barquitos de madera que obsequiaban a la Virgen.
La devoción también estaba presente en otros colectivos de la población, y las promesas se cumplían en forma de brazos, manos y pies de cera, de los que llegaron a haber bastantes en la ermita de Los Dolores, hoy desaparecidos.
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