Por Adolfo Torralbo del Castillo – Párroco de Tinajo
El difícil reconstruir la historia completa de este santuario que ha sido y sigue siendo el centro de la devoción mariana en Lanzarote, porque el libro de la construcción de la primitiva ermita, con sus cuentas y documentos de terrenos donados a la Virgen, desapareció en 1795 al crearse la Parroquia de San Roque de Tinajo.
Sabemos que tiene su origen en una promesa hecha por las gentes de este lugar con motivo de las erupciones volcánicas del siglo XVIII.
Entre 1730 y 1736 varios brazos de lava fueron cubriendo los terrenos más fértiles de la isla y sepultando pueblos, cuyos habitantes se vieron obligados a trasladarse a zonas más seguras. Tinajo se vio seriamente amenazado por la corriente que procedía de los cráteres de Las Quemadas. La lava llegó hasta Mancha Blanca, hasta el lugar donde hoy se alza el santuario de la Virgen de Los Dolores, Patrona de Lanzarote, también llamada Nuestra Señora de los Volcanes.
La buena gente de estos lugares, impotente ante tal catástrofe, buscó en su fe religiosa la protección divina. Primero confesó sus pecados tras una Misión predicada por el Padre Guardián del Convento de los Franciscanos de la Villa de Teguise y luego salió en procesión, portando el cuadro de la Virgen de Los Dolores que se veneraba en la ermita de San Roque y que hoy se está restaurando en Las Palmas, para ocupar el lugar que le corresponde en la ermita recientemente restaurada y embellecida.
Corría el mes de abril de 1735. Los vecinos de Tinajo llegaron hasta la montañeta de Guiguán y allí invocaron la protección de María, ante la misma corriente de lava que avanzaba hacia el pueblo. Al mismo tiempo prometieron levantar una ermita en honor de la Virgen de Los Dolores si se veían libres de lo que, en su buena fe, consideraban un justo castigo de Dios.
Un hombre, cuya identidad se desconoce, clavó en el suelo, lo más cerca que pudo de la incandescente lava, una cruz de tea que aún puede verse. El río de fuego rodeó la cruz y se detuvo definitivamente ante la admiración de todos. El pueblo, antes aterrorizado, ahora seguro y feliz, da las gracias a la Virgen por lo que consideran un milagro y decide construir la ermita prometida, pero, luego, vuelve a sus quehaceres y pronto olvida la promesa hecha en los momentos de apuro.
Pasaron más de 40 años hasta la construcción de la ermita. Para ello tuvo que acontecer algo insólito, piadosamente interpretado por las gentes sencillas: una niña de 9 años, Juana Rafaela Acosta Umpiérrez, vecina de Mancha Blanca, cuida sus cabras en la caldera de Guiguan cuando una señora enlutada le saluda amablemente y le dice que recuerde a los vecinos del lugar la promesa que hicieron de construir la ermita. Esto sucedía, según la tradición, en 1774. Sus padres, a quienes se lo cuenta la niña, no lo creen y hasta le prohíben hablar de ello. Poco después vuelve a repetirse el hecho, pero esta vez la señora posa su mano cariñosamente sobre los hombros de Juana Rafaela y en ello se queda una marca como garantía de credibilidad. Llevan la niña a Teguise, la examinan varios religiosos dominicos y franciscanos, ven que habla con sinceridad y, en la Iglesia Parroquial de la Villa, entre las muchas imágenes de la Virgen, ella reconoce a la señora que había visto en Guiguan en la imagen de la Virgen de Los Dolores. Se levanta la ermita y queda abierta al culto hacia 1780.
La ermita
La estructura primitiva es casi la misma que la actual. Aquella tenía dos ventanas en el presbiterio y una puerta de entrada en la fachada sur que fueron tapiadas posterior¬mente. Carecía de cimborrio, campanario y coro, y su estructura era muy endeble, por lo que enseguida comenzó a deteriorarse. Las paredes laterales y en febrero de 1850 el obispo don Buenaventura Codina mandó cerrarla al culto después de trasladar la imagen de la Virgen y los objetos de valor a la iglesia parroquial de Tinajo. Poco después se de¬rrumbaba la techumbre. Con el fin de recabar fondos para su restauración y embellecimiento, se formó una comisión «Pro Santuario de los Dolores» que recorrió toda la isla. Los lugareños tenían mejor voluntad que recursos económicos y la cantidad recaudada no llegaba para acometer unas obras tan importantes. Hubo que vender las fincas de la Virgen y así pudo felizmente llevarse a cabo la reconstrucción.
La ermita volvió a levantarse hermoseada por el nuevo campanario, el cimborrio, el coro y una mayor altura interior, lograda gracias a la bóveda de cañón que se apoya en un friso de piedra volcánica.
Estas obras se llevaron a cabo entre 1854 y 1860, y la ermita volvió a abrirse al culto en 1861.
En 1988 urgía una nueva restauración, sobre todo de la cúpula que amenazaba venirse abajo. El día 18 de junio de dicho año se trasladaron todos los objetos de culto a la Parroquia para comenzar las obras. A la 1 del mediodía sacábamos la imagen de la Virgen y a las 3 de la tarde, cuando los obreros entraron en la ermita, se había desprendido toda la cúpula. Una vez más, la Virgen había puesto su manto maternal para evitar una catástrofe.
El Cabildo Insular rehizo la cúpula y aportó dos millones de pesetas para el resto de las obras. La Parroquia puso cuatro millones y los devotos de la Virgen donaron otro millón y medio. Las obras se realizaron a través del año 1989 y el 15 de spetiembre de ese año pudimos abrir de nuevo al culto la ermita restaurada y embellecida tal y como hoy la contemplamos. Todo fue posible gracias a los donativos señalados y a la intervención decidida y generosa de tres personas que es preciso destacar: Carmelo González, Jesús Machín y Martín Robayna, además del Ayuntamiento de Tinajo.
La imagen
No se sabe su procedencia ni su autor por la pérdida del libro de la fundación. Podemos deducir que fue adquirida para la nueva ermita a finales del siglo XVIII, puesto que ya se habla en un inventario del «nicho para la Imagen», nicho que está oculto tras el retablo actual y que es de piedra volcánica.
Su estilo es claramente de sabor andaluz y se explica porque es esas fechas Lanzarote tenía relaciones comerciales con Sevilla y Cádiz.
Es una imagen de una belleza sorprendente. Parece tener siempre distinto semblante. Pero lo más importante es la devoción popular que llega a todos los rincones de la isla. Los conejeros saben mucho de angustias y malos tratos desahogados a los pies de esta imagen. ¡Cuántas veces han llegado al Santuario con el alma dolorida por el peso de los pecados o los problemas y han salido de él rebosantes de gozo! La Virgen, que es siempre Madre, manifiesta aquí, en Mancha Blanca, su presencia maternal de una manera más fuerte.