Por Agustín Cabrera Perdomo
Agosto 2017
Unos años después de la inauguración del flamante Parador Nacional de Turismo de Arrecife, se empezaron a rellenar las riberas del mar de la calle La Marina allá por el año mil novecientos cincuenta y dos. Para ello; previamente se había construido una muralla que iba desde el dicho Parador hasta El Muelle Chico o Muelle de Las Cebollas que había sido construido en el Siglo XVIII por un inglés llamado Charles King, conocido también por el nombre de este comerciante de la rubia Albión y que si no me falla la memoria fue inaugurado en junio de 1729.
El relleno se realizó con escombros de los primeros derribos de casas antiguas efectuados en Arrecife. Los aproximadamente siete mil metros cuadrados que fueron ganados al mar entonces; iban a estar destinados a la construcción del futuro y modélico Parque Municipal José Ramírez Cerdá. Como dato curioso, diré que aquellos primeros escombros fueron volcados delante de la sede del Casino de Arrecife, hoy Casa de la Cultura que permanece cerrada a cal y canto por lo bien que se gestionan en el Ayuntamiento estos asuntos de la “curtura”.
Aquellos primeros viajes de escombros procedían del derribo de un viejo edificio de la calle Real donde más tarde, la familia Armas Curbelo construiría el primer “rascacielo” de Arrecife.
La calle de La Marina, estaba separada del mar por un murete que sobresalía de la rasante de dicha vía unos sesenta centímetros y para descojono del personal septuagenario como el que esto escribe, durante las polémicas obras realizadas en la hoy desierta y desangelada Avenida Marítima, unos obreros redescubrieron los restos del dicho muro de contención. Este hecho paralizó las obras y supongo que un iluminado, pensó en la posibilidad de contratar un equipo de arqueólogos para que dataran aquel misterio del murete. Algún espabilao llegó a manifestar que su origen se podía deber a los constructores de vías, acueductos y anfiteatros por todo el Imperio Romano y que: en un alarde de imaginación los vio con claridad manifiesta cargando y labrando tolícos en las pedreras del Cabo Pedro. En aquellos casi siete mil metros cuadrados de tierras compactadas y aplanadas a la prisa, inesperadamente y una semana antes de aquel San Ginés todavía de ventorrillo, de música de la Banda Municipal en el Kiosco y con los clientes del Teide de Manuel Linares aplaudiendo las actuaciones diarias de los inimitables Guaracheros; se instaló la más grande feria de atracciones de recreo que jamás había venido por estos lares. Fue el famoso IRIS PARK con sus variadas atracciones multicolores repletas de luces y músicas en un Arrecife sumido aún en la semioscuridad y que competían unas con otras en volumen y estridencia, Los Cochitos de Choque, la Ola Marina, el mareante Va y Ven y los más variados tipos de tiovivo para los pequeños, la Casa del Miedo, la Casa de La Risa y la sorprendente atracción de una tal Katy con su número de la Mujer sin Cabeza.
Creo que fue también en ese memorable año cuando instaló su carpa el afamado Circo Toti.
Una gran profusión de tómbolas cada una con su ingenioso charlatán que anunciaba la rifa del año: la inigualable Muñeca de cartón articulada, la posteriormente famosa Chochona o alguna otra similar horterada de la época. En las fiestas de aquel primer año de atracciones del que les hablo, el premio principal; consistió en la famosa Torre de “carderos” que muchas noches amargó la fiesta a algunos “afortunados” ganadores del interior pues tuvieron que cargar con las cacerolas superpuestas si no tenía un sitio en El Puerto donde dejarlas en depósito.
Las ruidosas tómbolas funcionaban según anunciaban los “altoparlantes” con las técnicas de venta de los locutores, que a voz en grito intentaba convencer a los paseantes para que adquiriese papeletas para la rifa y que se eternizan en el tiempo para la venta de sus números.¡
-Quedan cinco tiras solamente!-
decía el sagaz tombolero que las repartía paseando entre la gente con aquel don de la ubicuidad que practicaba con naturalidad apareciendo en uno u otro extremo con otras cinco tiras para el mismo premio. Como dije ganarse la torre de calderos suponía para los afortunados “del campo” una verdadera amargura, pues tenían que acarrear con la cacerolada donde quiera que iban.
Múltiples casetas de tiro al blanco con escopetas de aire comprimido con el resorte recortado y la mira trucada, también tenían su hueco en aquellos terrenos que años más tarde se convertirían en el Parque Municipal orgullo del entonces familiar y añorado Arrecife de los años sesenta del pasado siglo.
Se me ocurrió este escrito; al leer una noticia en la cual por razones técnico-burocráticas Arrecife se iba a quedar este año sin las tradicionales atracciones feriales, pero creo que al final se impuso el sentido común.
El parque Municipal de Arrecife, fue proyectado por el arquitecto tinerfeño don José Enrique Marrero Regalado, autor también del edificio del Parador Nacional de Turismo. Las obras de dicho parque, se iniciaron en 1953 y concluyeron seis años después. El autor del proyecto murió en 1956 y se encargó a César Manrique la dirección de las obras, el cual introdujo algunas variaciones sobre todo en el parque infantil, donde reprodujo en piedra volcánica un monolito natural existente en los roferos de Guatiza. También fue importante la colaboración inestimable de don Gregorio Prats diseñador de los jardines que fueron rellenos con Tierra de los testes de la Gran Mareta de Teguise, contribuyendo así a que se perpetrara el más grande atentado contra el Patrimonio Histórico de Lanzarote. El mayor y vegetal error en mi opinión, fue la traída de palmeras de Elche, minusvalorando a nuestra fénix canariense la que hoy embellece a toda la isla. Se decía en Lanzarote que aquel que plantará una palmera, no le haría falta escalera para podar sus ramas y era cierto pues a las sobrevivían con el agua que caía del cielo. Las dos palmeras que se plantaron en el parterre más al naciente, fueron retoños de menos de un año y casi sesenta años después son las más altas de todo Arrecife. Amigos y sufridos lectores espero que estos recuerdos escritos por este escribidor enfermo -entre otras cosas- de nostalgia; les hayan servido de entretenimiento y si ha sido así, pues eso..,que me alegro.