Por Agustín Cabrera Perdomo
Fuente: Lancelot – 19-05-2000
Te fuiste buen amigo; tranquilamente, serenamente. Aquella luminosa tarde, tu respiración se fue extinguiendo al mismo tiempo que el sol se hundía tras las lomas de Testeyna. El cielo, en postrer homenaje se tiñó de un rojo intenso, mientras una entrecortada oración rompía el silencio que el paso de la muerte había provocado en los que allí esperábamos tu partida.
Tu espíritu se fue con el crepúsculo, ese que tanta desazón causaba en tu ánimo durante aquellas interminables tardes de tu desigual lucha contra la enfermedad, pero que el destino terminó convirtiendo en tu fiel compañero de viaje. Aquí queda tu familia, tus amigos, y el imborrable recuerdo de tantos años com¬partidos durante nuestro paso por la vida y de la que tanto supiste disfrutar con la sencillez y la alegría de tu buen carácter. Te tocó irte antes amigo y desde ese privilegiado lugar donde te encuentras ahora, verás que el recuerdo de tu presencia vital nos acompañará para siempre durante los años que la vida tenga a bien deparamos.