La Mareta de Tinajo

Por Agustín Cabrera Perdomo

Según el diccionario de la Lengua Española el término mareta quiere decir: movimiento de las olas del mar menos violento que la marejada. Sin embargo, en Lanzarote, este vocablo se emplea para definir a los depósitos de agua que suelen construirse en el cauce de los barrancos o en otro lugar donde se pueda recoger el agua de la lluvia en grandes cantidades.

La mareta por excelencia de la isla era la de La Villa de Teguise, fue una obra emblemática para Teguise. Yo la conocí cuando niño y la recuerdo como una charca amurallada, circundada por unos testes de tierra roja, que a lo largo de los siglos fueron creciendo a su alrededor con los aportes del barro que la limpieza de la misma generaba. Si la memoria infantil no me engaña, tenían estos testes casi la altura de los techos de la iglesia parroquial de Nuestra Sra. De Guadalupe.
En la década de los sesenta, – año más año menos-, se descubrió que esta tierra arcillosa era buena para los jardines; recomenzó el cuento pero al revés, se la llevaron en grandes camiones, con el fin de mejorar otros entornos. Así llegó a los jardines del parque Municipal de Arrecife, donde regando con agua de Famara, empezó a brotar una vegetación que era lo nunca visto en Lanzarote. Hace unos años, ocuparon estos jardines unas especies ajenas a estas tierras, unas garzas del África vecina, y con la majadería de algunos y el beneplácito de otros han convertido el lugar en pestilente gallinero.
Cuando solo quedaba la muralla que circundaba lo que propiamente dicho era la mareta, el alcalde de turno en aquel entonces, pensó que aquella cosa que había mitigado la sed de toda la isla de Lanzarote durante siglos, afeaba aquel paraje y decidió no dejar huella de la centenaria construcción. La mareta fue sentenciada y ejecutada en juicio sumarísimo, cuando la mayoría de los ecologistas y conservacionistas de la isla aún no habían nacido, y a los que lo habían hecho, no se les había despertado dicha conciencia. Tampoco llegó a puerto en aquella ocasión ningún navío o similar con la ONG de turno a salvar de la piqueta a la pobre mareta.
Me sirvo de este extenso preámbulo para llamar la atención de los lectores, sobre la existencia de nuestra mareta, algo más modesta que su extinta hermana teguiseña, pero que al menos está todavía en pié. ¿No sobrará alguna migaja del dineral que se van a gastar en las maretas del estado en Arrecife, en no sé qué obra faraónica y poder así restaurar esta humilde mareta nuestra de San Roque, (el nombre se lo he puesto yo) situada en lo que sin duda era el centro del pueblo de Tinajo en la época de su construcción? Acabo de recordar que hay en este pueblo antecedentes de mareticidio.
Aunque en la memoria de los más viejos del lugar, solo se recuerdan las buenas sandias y calabazas que se cultivaban en su fértil fondo o las inolvidables jornadas de lucha canaria que según me cuenta un vecino, se celebraron antaño en su improvisado terrero. Hombres como Ramón Umpiérrez, Pancho Cabrera y R Ramírez entre otros muchos, deleitaron allí a los aficionados con sus agarradas. Esta mareta en otros tiempos, debió cumplir una función social similar a la de Teguise. Sus nobles muros, construidos en mampostería de piedra y cal, se encuentran todavía en buen estado, su conservación debería ser, – en mi opinión -, objetivo primordial para este pueblo.
El patrimonio histórico – artístico de Tinajo se limita a la Iglesia de San Roque y poco más. Las numerosas molinas, molinos y tahonas que existían en el pueblo, han desaparecido. La casa de Don Pepe Pío (finales del s. XVIII) genuino ejemplo de la arquitectura rural de la isla, autentica casa de campesinos acomodados, construida a lo largo de tres generaciones, (don Juan, don Julián y don José Pío) se cae sin remedio.
Nos queda la mareta, que pide en su silencio pétreo, verse algún día integrada en lo que podría ser un pequeño y atractivo lugar de esparcimiento, donde las generaciones venideras tendrían la oportunidad de contemplar sus viejas paredes y recordar así la importancia que tuvo el agua, su uso y conservación en la Isla en épocas pasadas. En este pequeño jardín – museo al aire libre, que propongo, sería protagonista el agua y su importante relación con el hombre de esta tierra.
Haciendo mía la idea de un buen amigo, Alejandro Perdomo Placeres, ecologista por vocación y gran conocedor de la flora de la isla, que propuso a otras instancias, la creación de pequeños jardines en el ámbito de los Municipios, donde poder mostrar las plantas endémicas de la isla, humildemente propongo, que en este hipotético jardín – mareta – museo, al mismo tiempo que se exhibirían recipientes de cerámica, bernegales, jarros, pailas, lebrillos, así como pilas de calicanto para filtrar el agua, pilas de piedra donde se lavaba la ropa, donde bebían los animales, donde se majaba el millo, destiladeras, gárgolas y canales de piedra o madera y todos los objetos que tuvieron y tienen relación con el uso del agua en la isla, lo hiciera también -ocupando pequeños parterres o macetas, – una amplia muestra de la flora de la isla.
Sería sin duda, un lugar de obligada visita para residentes y visitantes donde se tendría la oportunidad de conocer los distintos ejemplares de nuestra flora insular y de paso también aprender a respetarlas.
El proyecto no tendría por qué costar esas cifras disparatadas de cientos de millones en las que se suelen embarcar hoy algunas corporaciones. Esta sería una obra humilde, sin grandes pretensiones, como las plantas que se exhibirían allí, pero con la gran dignidad, de la que estos seres vivos son innatos poseedores.
Actualmente la Mareta es de titularidad privada, habría que negociar con los actuales propietarios su adquisición o formula de arrendamiento. Seguro que estos estudiarían con cariño el proyecto, para que un lugar tan entrañable para ellas como es la vieja mareta, pudiera tener un destino cultural que daría prestigio a éste su pueblo que lo fue, de su niñez y juventud.

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Categorías: Reseñas históricas | Deja un comentario

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