Por Agustín Cabrera.
En mi última ocurrencia escrita sobre cabras, aulagas y otras efímeras cosas, firmé la misma anteponiendo a mi nombre una arcaica y ya en desuso frase que se empleaba en viejas hijuelas y en los finales de algún que otro añejo documento de tiempos pretéritos.
La frase a la que me refiero es:
» Este que lo es»: fulano o mengano de tal y tal.
Al terminar mi ocurrencia con semejante final, fue el subconsciente quien me trajo a la memoria el recuerdo de una anécdota protagonizada por un viejo amigo, un gran amigo al que desgraciadamente no veo con la frecuencia que me gustaría y no por culpa suya, sino mía, debido a mi retiro casi obligado del mundanal ruido. Por respeto a sus protagonistas la voy a contar sin mencionar nombres y posiblemente a causa de ello, pierda casi toda la gracia que tuvo el hecho en su momento.
Eran tiempos del inicio en Arrecife de la afición a la vela ligera, fueron varios entusiastas jóvenes los que adquirieron embarcaciones de una famosa clase de navegación deportiva, considerada en aquellos años como la clase reina de la vela ligera, la clase Snipe.
Aunque los barcos adquiridos eran modelos viejos a rabiar y que periódicamente había que calafatearlos y pintarlos, cosa que hacíamos en un improvisado y provisional chamizo de palmas junto al edificio del entonces Casino-Club Náutico, donde mucho era el entusiasmo puesto en ello. Estas cuasi reliquias habían sido adquiridas a regatistas de Real Club Náutico de Gran Canaria que al ir mejorando su nivel deportivo los habían sustituidos por otros modelos más modernos y competitivos. Este viejo y entrañable amigo mío , asiduo participante en aquella incipiente actividad de la vela, decidió comprar uno de ellos ya de tercera o cuarta mano y que había puesto en venta otro entrañable amigo desgraciadamente ya desaparecido. Puestos en contacto, nuestros hombres acuerdan el trato dejando pendiente la cuestión pecuniaria para cuando el comprador probara la embarcación, cosa que hizo una fresca tarde dando unos largos por la bahía Arrecifeña. Al timón de su navío, mi amigo se sintió como don Eliseo mandando El Viera. ¡Vira por aquí, lúa por allá! ¡Caza la escota del foque! ¡Banda! ¡Banda proel! Y de esa guisa recorrió la luminosa bahía del puerto hasta que se aventuró en un largo más largo; enfiló la proa hacia donde llamaban La Bufona, hacia el vertedero en que todavía entonces se quemaba la basura y residuos domésticos de Arrecife. En la última virada por estribor se da cuenta que se han ido muy a tierra y ello lo confirma a continuación el fuerte escorrozo de la orza contra el marisco. Parados y casi en seco se quedaron por lo que decidieron patrón y proel desembarcar por la playa del Reducto al no poder proseguir con su rumbo hasta la rampa del Club.
Ya en su casa o en el propio Club, desesperado pero con mucha calma empuñó bolígrafo y en alba cuartilla redactó la siguiente y determinante misiva, que una vez concluida dejó al conserje para que se la entregase en mano al amigo vendedor. La nota decía lo siguiente: querido amigo…….. : SIN SABER EL COMO, EL CUANDO NI EL PORQUÉ: HE PERDIDO TOTALMENTE LA AFICIÓN A LA NÁUTICA.
Nota: La embarcación la puedes recuperar en la cercana baja del Camello.
Este que lo es……firma y rúbrica.
Aquella pequeña nota es todavía a menudo recordada en círculos de amigos de ambos con simpatía y añoranza de unos tiempos inolvidables.
Anexo.
Aquellos inicios en la navegación ligera fue poco a poco aumentando su actividad deportiva y con la llegada a la isla de un gran regatista «canarión» en la clase Snipe, con la tenacidad que lo caracteriza, dio un nuevo y fuerte impulso a la afición a la vela, la cual estaba un poco decaída por falta de innovación y quizás competitividad. De tal forma fomento mi cuñado tal fue su resurgimiento que en pocos años, aquel pequeño reducto de ilusiones se convirtió en semillero del que han salido un montón de campeones de Canarias, de España, de Europa y del Mundo, todos ellos representando al Club Náutico de Arrecife al que ellos han puesto entre los primeros Clubs Náuticos del Mundo, no por sus modestas instalaciones y medios sino por la cantidad y calidad de los deportistas que en cualquier competición internacional siempre quedan entre los diez primeros puestos de las pruebas en que participan. Al referirme al Club Náutico de Arrecife he obviado a postas lo de «Real» Club Náutico, solo por mi convicción y condición republicana y que; visto lo visto, el llevar ese supuesto «galardón» no es precisamente como para estar orgullosos que luzca en las actuales siglas de lo que fue el viejo Casino, aunque a muchos les parezca que eso de Real es el no va más de la prestancia y categoría.
Y termino: Pancho, estimado; amigo un fuertísimo abrazo.
Este que lo es: tu amigo Agustín Cabrera.