Fuente. Agustín de la Hoz- “Lanzarote”
Mancha Blanca dibuja la silueta de su blanco caserío a un lado de la fértil y alegre caldera del Guiguan. Cuando el creyente inicia su viaje de santa peregrinación es al monte Guiguan a donde dirige sus pasos, porque allí la Santísima Virgen hizo el más edificante milagro que ha conocido la isla de Lanzarote.
Durante las erupciones volcánicas de 1730 al 36, varios brazos de lava se expandían vertiginosos por la ya desmantelada geografía insular, amenazando sepultar y destruir cuanto quedaba aún intacto. Un torrente de magma y llamas cruzaba la zona de Mácher, a la vez que otro río infernal se precipitaba hacia Tahíche, Puerto de Naos y las Caletas. Mas, el tremendamente impetuoso, el más voraz, procedente de los cráteres de Las Quemadas, veníase encima de Mancha Blanca y, como era de esperar, encima asimismo de Tinajo. La población quedó petrificada mientras los animales huían hacia la Costa sin orden ni concierto. Algunas aves caían asfixiadas de respirar los aires saturados de gases malolientes. Las invocaciones al Padre Eterno se repetían sin cesar, y se ofrecían promesas mil solicitando un milagro.