Buenas noches, algunos de los que hoy están aquí ya me cono cen pero otros no, así que me presento, soy Juan Martín Morales, nacido en Tinajo hace ya algunos años, hijo de Josefa Morales Pérez y Juan Martín Navarro.
Padre al que no conocí, porque murió con 27 años justo un día antes de yo nacer. Quedamos mi hermana y yo a cargo de mis abuelos ya que mi madre tenía que ir a trabajar para mantenernos. Trabajó durante treinta y cinco años en la fábrica «ROGAR». Aún recuerdo cuando íbamos a despedirla a la parada de la guagua sin saber si la volvería a ver el próximo sábado o dentro de quince días.
Mis abuelos paternos eran de Mancha Blanca, María Navarro y Víctor Martín, agricultores y artesanos, estoy seguro que si mi abuela viviera hoy en día sería una de las maestras artesanas en esta feria. Recuerdo con cariño y admiración las cestas, sombreros de paja y las mochilas de lana que hacía mi abuela sin apenas recursos.
Y por supuesto, mis abuelos maternos, Dolores Pérez y Pancho Morales, trabajadores incansables siendo este último al que le debo mi afición por la hostelería, él tenía una cantina en Tajaste y yo como buen niño revoltoso me quedaba dormido sobre unos sacos de grano que tenía en una esquina hasta que se daba cuenta y me llevaba a la cama. Con permiso de ustedes un recuerdo con cariño y admiración a esos abuelos que sin tantos recursos como los de hoy nos dieron tanto cariño y educación. A ellos les
debo también mi devoción a la Virgen de Los Dolores, a la que me traían junto a mi hermana y mis tíos todos los Domingos a las siete de la mañana fuera invierno o verano.
Mi infancia la recuerdo jugando con mi hermana, tíos y primos que eran de mi edad en aquellos caminos de tierra rompiéndonos las rodillas y a veces también la cabeza que nos curábamos con más tierra para no perder tiempo, jugando con piedras, cacharros, palos, al boliche, a la tángara a esos juegos que hoy ya ni se oyen ni se conocen por nuestros chinijos. Recuerdo el olor a pan de leña de la panadería de Fidel y Juliana y los panes con manteca y azúcar que nos zampábamos a media tarde.
A los 13 años y después de que mi madre fracasara en su intento de que fuera buen estudiante, comencé a trabajar en Arrecife de freganchín y de ayudante. Recuerdo la vez que me mandaron a llevar cajas con bebida desde la calle Tenerife a la calle Triana al hombro, a mí me pareció mucho caminar así que le pedí el triciclo al dueño de los almacenes Díaz que estaban justo al lado de nuestro almacén, lo cargué de cajas tan contento pensando lo que iba a adelantar hasta que en la bajada de la calle Tenerife me di cuenta que no tenía frenos ¡imagínense! ese día lo único que conseguí fue que los taxistas me conocieran, que los municipales cerraran la calle y estar cargando cajas al hombro el resto de la semana. Desde este restaurante servíamos la comida a los grupos de visitantes que llegaban a las Montañas del Fuego cuando aún a esta isla venía tan poco turismo que los acogíamos como si fueran familia nuestra, recuerdo que hacíamos paella y sardinas asadas con papas arrugadas en los hornos pequeños y la servíamos en el bar de abajo que había en ese entonces donde estaban como encargados del Cabildo Santiago y Guillermo. Justo por esas fechas estaba en proceso la obra del actual restaurante y el horno grande que hoy tenemos en Timanfaya.
Así estuve hasta que llegó la hora del servicio militar al que por no hacer caso a mi familia y librarme por mis condiciones familiares tuve que hacer en África. Al principio un susto y un disgusto pero luego me gustó tanto que me quedé a trabajar allí, siempre en hostelería, unas veces de empleado y otras de propietario, hasta que llegó la «Marcha Verde» y nos hicieron volver. En África dejé muchos recuerdos y otros tantos todavía los guardo, como las primeras bombas que explotaron a 50 metros o incluso menos de donde yo tenía la cafetería, a la que mi primo Juan de curioso se asomó y casi se lo llevan los terroristas por delante. Después de las primeras bombas nos quedamos unos meses más, dándose la casualidad que mi socio tenía dos sobrinos un chiquillo de 15 años que nos echaba una mano los fines de semana y otro de 7 años que iba a hacerle compañía a su hermano con tanta mala suerte que un día después de salir del colegio en vez de ir para su casa se fue para un campo de lucha que había por allí y jugando entre unos bidones de basura le tocó la mala suerte de que había una bomba dentro, ese día recuerdo amargamente a todo el mundo buscando al niño por todos lados y lo vinieron a encontrar por la noche en un hospital, sus padres lo reconocieron por la hebilla del cinto que tenía puesto, fue una de las penas más grandes que me tocó vivir allí.
Otro recuerdo, que hoy es anéc dot a pero en aquel momento el corazón me latía más rápido que nunca, fue un día que tenía que ir de compras y al salir me grita una vecina: ¿a dónde vas Juan?, ¿tú no has visto como está la calle por ahí abajo?. Cuando levanté la cabeza ví que a cada lado de la calle estaba lleno de soldados con metralletas , pero yo cabezudo como siempre, le dije: gracias señora y empecé a caminar por la calle para abajo, ellos no me dijeron nada a mí ni yo a ellos, hasta que llegué a la carnicería donde iba a comprar y me entero que se trataba de un toque de queda en la que nadie podía circular por aquella calle.
Cuando volví para Lanzarote, comenzó mi andadura por la hostelería como propietario de distintos bares, primero la sociedad de Tinaja, luego una dulcería también en la plaza, más tarde el bar de San Roque donde hoy está Bankia y por último el Restaurante Los Dolores del que aún hoy soy propietario y con el que aspiro a jubilarme.
Las fiestas de Dolores antes de tener el restaurante siempre eran un motivo para montar un ventorrillo , como anécdota de estas fiestas, recuerdo un año que D. Luis Perdomo , alc alde de Tinaja en aquellos tiempos contrató a Manolo
Escobar para actuar en la plaza de toros de Los Dolores y yo tenía allí todos los ventorrillos, para los que no lo sepan esta plaza estaba donde hoy está la explanada cerca de donde se hace la Feria de Artesanía. Pues bien en estas fechas podía chispear un poco, pero ese año fue tanto lo que llovió que se tuvo que suspender el concierto para mi pesar y el de toda la multitud que arrimada a las paredes esperaba que escampara pero no hubo remedio.
Y es desde que tengo el restaurante Los Dolores hace ya más de 25 años, cuando siempre he colaborado con Cabildo, Ayuntamiento y los propios compañeros de los distintos ventorrillos que me lo han pedido, en la medida de mis posibilida des, pero siempre con la mejor intención y pensando siempre en el buen desarrollo de las
fiestas, en que todo salga bien y que disfrutemos todos unidos como pueblo, ante los pies de nuestra Patrona la VIRGEN DE DOLORES.
¡¡FELICES FIESTAS A TODOS!!