Fuente: La fotografía en Lanzarote 1850-1950
Por Mario Ferrer
Frente a la desaparición y falta de conocimiento de muchos de los fondos del siglo XIX y principios del XX, la calidad, cantidad (más de 400 placas) y antigüedad de las fotografías de Jacinto Alonso convierten a su figura en una de las más interesantes del patrimonio fotográfico de Lanzarote.
No sabemos si Jacinto Alonso Martín nació en 1877 o 18791 y tampoco conocemos la fecha en la que empezó con la fotografía, pero debió ser a una edad temprana, porque al menos se ha fechado con seguridad una imagen en 18972. En cuanto al momento en que dejó la profesión de fotógrafo, las últimas imágenes que hemos podido datar son de los actos de la División Provincial, en 1927. Bajo estos márgenes un tanto vagos, lo cierto es que en los últimos años del s. XIX y el primer tercio del s. XX nos encontramos a un autor que compaginó la fotografía con otras dedicaciones profesionales y que nos dejó imágenes de gran valía histórica para Lanzarote, y algunas de ellas de sorprendente excelencia estética.
Como otros muchos pioneros, Jacinto Alonso era un hombre habilidoso y polifacético. Su estrecha amistad con el doctor José Molina Orosa (conocido médico de la historia local de la isla) y los diversos tratados de cirugía que poseía le proporcionaron los conocimientos médicos necesarios para ejercer en Tinajo como practicante, dentista, sangrador y veterinario, en las precarias condiciones sanitarias de la época. En los censos municipales de Tinajo aparece registrado con las profesiones de carpintero, labrador, propietario o agente ejecutivo municipal, pero nunca como fotógrafo. Como complemento a todo ello, diversas fuentes orales familiares atestiguan que también reparaba armas de fuego y otros artilugios mecánicos.
Los negativos de Alonso que se han conservado son placas de vidrio emulsionadas con gelatina, una técnica que surgió en las últimas décadas del siglo XIX. La forma en la que Jacinto Alonso adquirió los conocimientos del oficio es otro misterio. Quizás mantuvo contacto con algún fotógrafo que, de manera eventual, recalara en Lanzarote, o tal vez con alguna estancia en Gran Canaria, donde tenía familia, o en otro lugar, o bien pudo aprender de modo autodidacta, pues sus herederos han conservado dos manuales de fotografía de su época.
La principal variante de la obra de Alonso parece haber sido el retrato, género que practicó con todas las clases sociales de la isla, no solo con la minoría más acomodada, cuyo estatus se aprecia con nitidez en los ropajes o adornos, sino también con los sectores más populares, que usaban la fotografía como elemento de unión con los familiares emigrados. Su colección ofrece un amplio repertorio de vestimentas, arquitecturas, mobiliario, diferencias sociales, tradiciones o modos de representación de gran valor como fuente de información gráfica para la historia de Lanzarote.
Jacinto Alonso Martín nunca montó un estudio, sino que ejerció como fotógrafo ambulante, cubriendo a caballo pedidos en distintas zonas de Lanzarote. Esto supuso que los escenarios de sus retratos fuesen, en muchos casos, las viviendas de sus clientes, especialmente los patios, que disponían de más luz natural. Así, es frecuente ver en sus fotografías colchas, alfombras y otros elementos decorativos que actúan como telón de fondo, probablemente en un intento por dignificar un espacio que, en el caso de las familias menos pudientes, solía ser de extrema modestia. A pesar de la parquedad de medios, y en parte gracias a ella, muchos de estos retratos emanan una peculiar mezcla de sinceridad y ritualidad, de honestidad y solemnidad, con figuras que lucen poses muy serias, aunque lejos de los formalismos de la fotografía más comercial de la época.
Junto al retrato familiar y personal de encargo, en las placas que se conservan de Jacinto Alonso aparecen de forma más minoritaria otras tipologías, como escenas de ocio, fiestas populares, estampas urbanas, paisajes, etc. En conjunto encontramos elementos que nos permiten hablar de una mirada propia, especialmente en determinados retratos colectivos exteriores, donde se aprecia una disposición espacial en absoluto aleatoria y un marcado sentido de la escenografía que no proviene de la improvisación. Retratos muy estudiados y teatrales de grupos amplios: excursiones, conjuntos de amigos, carnaval, agrupaciones musicales, etc. Lo narrativo de estas imágenes hace sospechar que tal vez Alonso conociera los postulados del pictorialismo fotográfico del momento, pero no deja de ser una hipótesis un tanto arriesgada por lo periférico del caso.
Además de las imágenes de clara intencionalidad estética y narrativa, hay placas que denotan interés por la experimentación técnica, como una panorámica de Haría anterior a 1910 que tomó en dos placas independientes. Otro detalle que nos puede intuir la relevancia del autor es que publicó en importantes cabeceras periódicas nacionales como ABC o Blanco y Negro. Es una pena, por tanto, que se hayan perdido las miles de placas que sus bisnietos recuerdan ver en la casa familiar de Tinajo en la década de 1940.
En conclusión, y a pesar de esta pérdida, la calidad de algunos de sus retratos y las teatrales escenas de grupos son las que más revelan a una figura que parece que fue más allá de la simple venta de fotografías como sustento vital, y se preocupó por indagar en las potencialidades técnicas y escenográficas del nuevo arte. Todo ello nos lleva a pensar en Jacinto Alonso no solo como un personaje habilidoso y curioso, sino también como un fotógrafo consciente de las capacidades estéticas y comunicativas del nuevo lenguaje, a pesar de encontrarse en un espacio tan marginal como Lanzarote.
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Sus padres: Jacinto Alonso y Quevedo Reyes y Amalia Martín Reyes, contrajeron matrimonio en Arrecife, el: 13 de diciembre de 1860
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