Por Agustín Cabrera Perdomo
Aquel callejón sin salida conocido también como El Portón, a donde daban las traseras de las viviendas de don Vicente Plata, don Carlos Alonso Lamberti y doña Fermina García. Entre esta última y la de don Ginés Fuentes se ubicaba un amplio almacén de dos plantas que fuera propiedad de doña Eugenia Paz. En este local, sin demasiadas condiciones de habitabilidad, -me atrevería a decir que ninguna,- servía de alojamiento a las mujeres que trabajaban en la factoría de salazones y conservas conocida como LA ROCAR, situada en el islote del Francés donde el que fuera alcalde de Arrecife e inolvidable amigo, don Cándido Reguera Díaz, dejó a los arrecifeños y visitantes el recuerdo de las cochambrosas y antiestéticas ruinas de una de las naves de aquella en su día floreciente industria de la pesca y sus derivados.