Por Agustín Cabrera Perdomo
Teodomiro Acosta no perdió nunca la esperanza de poder abrir un bar en Las Rapaduras, pero su mala estrella hizo que se estrellara cada vez que lo había intentado, porque siempre su querida de turno lo había dejado en palancas marchándose con otro y con los ahorros de ambos.
Teodomiro Acosta fue hombre arrequintado del quien se dijo; que al nacer y ver por primera vez la luz del día y el panorama que le rodeaba, se hizo inconscientemente la promesa de hacer con su vida lo que le saliese de sus mismísimas voluntades. A pesar de sus prematuros y no muy loables propósitos, la mala estrella que abandonaba su parpadeo en el amanecer del día de su nacimiento, logró sin embargo en su último destello, descargar su mala planeta sobre aquel rincón de la «Punta de la Montaña» donde en precarias condiciones había venido al mundo Teodomirito.