POR FRANCISCO MARTÍNEZ
Nunca ha sido tarea fácil para casi nadie -y todavía menos para quien no tiene oficio de literato- asumir la responsabilidad de firmar un pregón para unas fiestas entrañables e intentar, al mismo tiempo, no defraudar a quienes amigablemente han depositado esta vez esa confianza en este servidor humilde. Pero ojalá logre con estas líneas escasas no desmerecer de esa fe depositada.