POR ASUNCIÓN BERNAL MORALES
Mi vida, mis sueños, todo lo que soy, lo he vivido, lo he soñado y lo he compartido con mi pueblo, Tinajo.
Me remonto a mi infancia, mi juventud y recuerdo esos días tan gratos como eran y son las fiestas: 16 Agosto, SAN ROQUE. Donde se celebraban, sólo dos días: la víspera y el día.
Todos los vecinos se preparaban para el gran día, vestían sus casa de blanco con la cal, preparaban sus mejores comidas donde predominaban el puchero, bizcocho de millo y cebada y el pizco de aguapata, para invitar a sus futuros yernos, único día que permitían que entraran en sus casas.
Reformaban el viejo traje, o simplemente lo teñían, preparaban sus zapatos nuevos y sus alpargatas. La plaza se engalanaba, se hacían ventorrillos desde la plaza hasta la Sociedad (hoy casa de Luis Perdomo); se adornaban de palmeras, sacos de fardo y esteras. Allí se degustaban las viejas asadas, el aguapata, el bizcocho de millo y algún que otro pizco de anís. Los mas parranderos cogían su timple y guitarra y amenazaban la fiesta hasta cansarse, luego había alguna que otra pelea.
Se aproxima el 16 de Agosto, día del Santo Patrón, donde por la mañana se celebraba la solemne función y la procesión, todos nos vestíamos con nuestras mejores galas. En la procesión iban el sacristán, Don Baltasar, conocido como el zapatero y el solchente, Don Pablo Pérez; se sacaba el Santo y se hacía el recorrido hasta las Peñas de San Roque.
Nosotros los jóvenes, esperábamos con mucha ilusión los bailes, que eran de 8 a 9 de la tarde, para poder ver al pretendiente o pretendienta, estos se celebraban 8 días antes u 8 días después de la procesión, porque así lo propuso el cura Don Tomás. Los bailes se celebraban en casa de Don Ramiro Cabrera para la gente rica del pueblo y en casa de Don Ismael Fernández para el resto del pueblo. A la llegada al baile nos quitábamos las alpargatas y nos poníamos los zapatos nuevos, apagábamos los faroles que llevaban nuestras madres, quienes nos decían que no despreciáramos a ningún chico.
Cuando el chico quería pretender a la chica le cantaba y luego le invitaba a bailar y así surgían los noviazgos.
Hoy, en mi tercera juventud, me siento igual de ilusionada, ante las fiestas de mi pueblo, aunque el cambio haya sido radical, los niños, los jóvenes y mayores hemos sido capaces de hacerlas más alegres con nuestras aportaciones en juegos, playback, actuaciones folklóricas, etc…Espero que Tinajo siga siendo un pueblo que se reconozca por el buen hacer de su gente.
Desde aquí les invito a pasar unas ¡Felices fiestas! ¡Que disfruten!